martes, 28 de diciembre de 2010

Miraba al mar.



Tenía la cara alargada y muy angulosa, presidida por una exagerada nariz de formas imposibles. Dos ojos tranquilos y entreabiertos con una especie de agradable desdén se asomaban tímidamente al mundo desde encima de la picassiana napia. La tez blanquecina cobraba un tono casi níveo azorada por la gélida brisa.

Me hubiera enredado en una conversación absurda y superflua. Hubiera rozado su piel en un forzado accidente. Y me hubiera enamorado desde lo más profundo de mis vísceras. Pero no hubiera servido de nada.

Miraba al mar, pero no podía verlo. Era simplemente un imperfecto marco, una imperfecta música, un perfecto frío para envolver la imagen. Esa que estaba tatuada en su alma. Impresa como una incurable llaga en su retina. Cicatriz ausente.




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1 comentario :

  1. No se quien eres, no se desde donde ni el que haces, en realidad no se nada, pero me encantan tus textos, enserio *O*

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