sábado, 25 de diciembre de 2010

Romance de José y María (I).

Vuelvo a la rima en romance
hoy que vuelve a ser Navidad
a contaros qué pasó
siendo fiel a la verdad.


Hace más de dos mil años,
allá por Jerusalén
vivían José y María
sin ningún lujo; mas bien.


José era un buen carpintero,
no le faltaban clientes.
María era más que guapa,
tenía mil pretendientes.


El caso es que una mañana
José se fue a trabajar,
y apareció en casa un hombre
que a ella venía a rondar.
Tenía la barba larga
y los ojos verde claro,
gastaba buenos ropajes
y buena labia y descaro.


- María, hermosa muchacha,
¿cómo es que te quedas sola?
¿No se da cuenta José
que viene alguno y te viola?
- Me valgo sola, buen mozo
puedo soltar una torta,
puedo patear los huevos
o sacar una vilorta.
- No saques nada, mujer,
que yo de malas no vengo,
sólo a hacerte compañía
y enseñarte lo que tengo.


Se acercó el mozo a la dama,
a la bragueta echó mano
y dejó al aire una vara
que parecía un campano.


María que era muy casta
nunca vio algo semejante
pero no le disgustaba
ahora que estaba delante...
Podría contar más cosas,
pero no lo voy a hacer
porque ya sabéis vosotros
qué hace el hombre y la mujer.


El caso es que pasó un tiempo
y un buen bombo apareció,
pero José nunca supo
lo que en verdad sucedió.


- Tienes barriga María,
¿comes más ultimamente?
- Comer comí, no imaginas,
pero eso no es suficiente.
La barriga que yo tengo
no es de eso precisamente.
- Pero no puede ser, mujer,
¡yo en ti no he puesto simiente!
- Será el Espíritu Santo,
no sé lo que habrá pasado,
yo te aseguro que a mí
ni Dïos me ha penetrado.








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