miércoles, 28 de diciembre de 2011

Tecnocracia y liberalismo.

Mostró el gallego su equipo de gala
con De Guindos y Soraya y Cañete.
Mi suerte en la lotería fue mala
no como Fabra (Pepé de membrete).

Avanza el país decidido y firme:
palos de ciego y guano de gaviota.
Mejor será hacer maletas e irme
que ser gavilán con el ala rota.

Que sí, que la confianza es lo importante.
Que sí, tecnocracia y liberalismo.
Que sí, la austeridad del corta-corta...

Mas cuando Urdangarín es un mangante

y el señor Camps tres cuartos de lo mismo:
la vergüenza ¿quién coño la soporta?






En el tocadiscos:
Jose Jose  -  Gavilán o Paloma

sábado, 24 de diciembre de 2011

Maquillaje.

Otra última para los ebrios
que mintiendo a las auroras
esquivan
se esquivan
comprenden sin lucha
lo erótico de su pecado.

Al volar sin sueño
desde fosas comunes
definen los alientos rotos
de esos otros
mimos
con el lápiz de labios ausente.

Volverán
si vuelven
las yemas de los dedos
heladas en cristal
transparentes como ruegos
rodilla en tierra
de nadie.






En el tocadiscos:
Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

miércoles, 21 de diciembre de 2011

De acuarela y pinceles.

Hoy he encontrado un maletín con mis bártulos de pintura. Estaba en un rincón, lleno de polvo, esperando sin prisa que alguien se acordara de él. Lo he limpiado con cuidado y lo he abierto. El interior estaba intacto. Ordenado, tal como yo era cuando pintaba. Por un lado los pinceles, la caja de acuarelas, un trapo y la paleta de plástico. Por otro el estuche de dibujo. Dentro seguían los carboncillos, el lápiz, el difumino, la goma de lengua de gato, el grafito, el lápiz compuesto y la lija para afilar. Todo cubierto de una pátina oscura de carbón.

El tacto suave de los pinceles de pelo de ardilla me ha hecho revivir buenos momentos. Había voces, historias de la semana y música de fondo. Bach, Grieg, Beethoven, cualquier clásico. Había un modelo -un bodegón la mayoría de las veces- en el centro de la sala, alumbrado por un flexo medio roto.

Un ojo guiñado y la mano firme sosteniendo el radio, como un tirador apuntando a la diana. Las manos manchadas. El olor a trementina, a aguarrás, a la madera de la carpintería que usábamos como estudio. He recordado el agua empapando el papel, arrugándolo. El pigmento tiñéndolo todo, unas veces de forma controlada, otras creando deliciosos caprichos o deliciosos estropicios.

Y las manos de Elvira. Las más delicadas que he visto jamás. Unas manos que se movían como nubes de mariposas, frágiles pero convencidas. El meñique apoyándose de forma imperceptible para ejecutar trazos casi de cirujano, certeros, confiados. Luego seguía un "ya puedes seguir tú".


Parece frustrante disponer de las herramientas pero no saber usarlas. Primero encajar, después dibujar, manchar el fondo, cuidar los blancos -la luz, una vez emborronada nunca vuelve-, e ir definiendo el conjunto. Al final sólo remarcar el claroscuro para dar profundidad y fuerza. Y firmar la obra. Algo como certificar el asesinato.

Me gustaría saber seguir ahora. Quisiera pintar alfombras voladoras o aviones de papel en los que subirme. Árboles desnudos que se se encorven sometidos por el viento que nadie puede dibujar. Mares en calma pariendo horizontes eternos. Quisiera encontrar los verdes, los azules y los ocres que coloreen el pasado que se olvidó. Y los rojos que tachen cada cicatriz con una pincelada implacable.





En el tocadiscos:
Chopin - Marcha Fúnebre

lunes, 19 de diciembre de 2011

Astillas.

Son recuerdos que fluyen rápido, como las corrientes que me arrastraban en aquel río de mi niñez. Fogonazos de Cowboy Bebop, en una persecución sin final. O quizá hacia ningún sitio. Espirales sacadas de un disco de Los Planetas. Y, de fondo, sombras tenues danzando en una suerte de ritual extraño. El contrabajo culmina cada puntada de un zurcido sin roto previo. Pero al final seguramente no haya nada. Si acaso un nuevo principio, peregrino e inmutable. La continuación de una huida absurda.

Me sucede a menudo esto del aprendizaje inverso. Algo así como los poemas sin rima que todavía me atormentan antes de cada despertar. Acompañado del pasajero oscuro que culmina el cuadro que no vestirá ninguna pared. Ese que, como mucho, arderá entre las astillas de la vergüenza.






En el tocadiscos:
John Coltrane - Persuance

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Donde hay montañas y cisnes.

He conocido un lugar
donde toda cosa es curva,
donde lo recto perturba
y lo típico es vulgar.
Allí es un placer dudar;
ver con ojos de perdido
lo que pierdes si no has sido
tan bueno como creyeron
los que no te conocieron
desvelando lo escondido.

He conocido un lugar
con puentes y trolebuses,
con frío para que abuses
de abrigarte y de abrazar.
Allí hay montañas y mar;
cisnes de cabezas gachas
que degüellan malas rachas
escuchando desvaríos
sean de otros, sean míos
o de mujeres borrachas.

He conocido un lugar
que no es un país ni es nada,
que no admite la jugada
de llegar ver y ganar.
Allí no existe el azar;
se derrocha la venganza
con el que viene sin panza
ni modales ni efectivo
a inclinar, sin ser nativo,
de su lado la balanza.







En el tocadiscos:
Patent Ochsner - Ludmila

martes, 13 de diciembre de 2011

Días del viejo Román (y III).

A las cinco y media se despide de los compañeros de juego. Vuelve a casa reflexionando sobre cosas sin importancia, intentando evitar pensar en su mujer. Una vez en su habitación, ya sólo ella ocupa su mente. Se asea con cuidado, abre el armario y escoge con detenimiento una de las corbatas lisas para ponerse con su traje. Se cala la boina de cuadros que compraron juntos el primer día que llegaron a la ciudad y va con aire decidido a ocupar su sitio en la parada de autobús.

Como cada día, a la hora exacta, está en la puerta de la residencia. Ella, como siempre, le recibe con sorpresa; no esperaba que viniera.

Se sientan frente a frente. Se miran, él con cariño, ella con extrañeza. Y conversan con un tono de obligación. Poco a poco los temas van fluyendo, sin mucho sentido, y, de repente, algo hace saltar la chispa del mal humor. "Otra vez te has olvidado de darme las camisas para que las planche. ¿Cuántas veces te tengo que decir que pareces un pordiosero con esas arrugas? Y dile a tu hijo que a ver cuándo se casa, que qué va a pensar la gente de nosotros". Aunque hace ya dos años que es su nuera la que plancha su ropa, y casi cuatro que fueron juntos a la boda, el viejo asiente: "Sí, no sé dónde tengo la cabeza. Y tranquila, creo que ya se han decidido, sólo les falta fijar la fecha". "Así me gusta, que las cosas sean como deben. Ah, y tenemos que ir pensando en comprar un nuevo congelador, que este ya no hace más que hielo".







En el tocadiscos:
Tom Waits - You can never hold back spring

martes, 6 de diciembre de 2011

La búsqueda.

Interpretar los posos de un progreso
traidor como los besos de cianuro
es intentar atravesar un muro
con mis excelencias de tentetieso.

Buscar con el ahínco del sabueso
los tuétanos que hilvanan el futuro
me pone cada ocaso en un apuro,
pero la aurora me descubre ileso.

Mas qué poco cuesta ser un cualquiera
a la hora de las hostias y los panes,
cuando el cura se sube la sotana.

Sobreviviré -o eso pretendiera-
sin bailarles el agua a los rufianes;
sin perder la ilusión en el mañana.







En el tocadiscos:
Max Roach - The Third Eye

sábado, 3 de diciembre de 2011

La mujer que entró en un bar.

Estaba acodado en el rincón de la barra de siempre cuando ella apareció. Acababa de pedir la última cerveza que podía pagar con los veinte euros que llevaba encima, pero no llegué a darle ni un sorbo. En aquel bar donde siempre estábamos los mismos y el camarero era lo suficientemente antipático como para que pagáramos lo que bebíamos, no se solía ver a una morena cuarentona con falda por encima de la rodilla, carmín y pestañas bañadas en rímel. No se solía ver a una mujer así que saltase a la vista que no era puta. Por eso, cuando entró, todas las miradas desembocaron en sus tacones y en su pinta de buscar algo fácil para esa noche.

Abandoné mi cerveza y me acerqué a ella con una erección imposible de disimular. La competencia en aquel tugurio era nula, teniendo en cuenta que sólo el camarero y yo éramos capaces de articular palabra. Sin mediar saludo le dije que ella no era de por allí. Que a quién o qué buscaba. Me agarró la entrepierna mientras pedía un Seagram's con tónica. Después acercó su boca a mi oreja y me susurró que había venido a follarme. Olía a una mezcla entre perfume caro y tabaco. Irremediablemente se me dibujó una sonrisa tonta en la cara; gesto que se esfumó cuando vi cómo introducía lentamente la mano libre en su bolso para sacar una micro-uzi.







En el tocadiscos:
Muse - Hysteria