jueves, 31 de marzo de 2011

Ni modo.

Mil ojos con sed de todo
bañaron esas caderas
que habitaban las fronteras
del casi no y el ni modo.
"Yo mando aquí" era su apodo
y sabía hacerle honor
gota a gota de un sudor
sólido, zumo de placer;
acre aroma de saber
lo efímero de su flor.


¡Quién fuera yema de dedo
de mano de pianista
para explorar cada arista
o curva en su cuerpo quedo!
¡Quién se viera en el enredo
de ahogarse en su pelo amable,
de contarle lo insoñable
a la hora de la cena!
Ay, ya amaneció. Qué pena...
imaginar no es rentable.





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miércoles, 30 de marzo de 2011

Pedaladas.

Llegué rápido pero no tanto. Las prisas no son buenas. Hay que aprender de aquél que besaba despacio para que los amores le durasen más.

El caso es que saludé con un desmán que no estaba en el guión. La disculpa tuvo que ser exagerada, a la altura de la tropelía. Gracias a la primavera y su resol pude parapetarme tras una conversación trivial. Las voces se fueron templando. Sus pestañas seguían despeinándome con huracanes inclementes, pero los hombros denotaban musgo y nubes. No bebimos, pero nos embriagamos. La culpa fue toda de la tierra húmeda. Mi bicicleta ciega me pellizcó el tendón de aquiles, mi tendón de aquiles sordo abrió mis fosas nasales y mis fosas nasales mudas no supieron qué oler. Estornudé.

Cuando lo lógico era pagar un abrazo a escote caí en la cuenta de que no llevaba suelto. Hubiera sido una enorme falta de cortesía pedir que me invitase. Así que pedaleé huérfano de vuelta a casa.





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jueves, 24 de marzo de 2011

De té, lluvia y castillos.

Es contradictoria la sensación de dejar que el día pase. Y necesaria. Cuando el té se enfría dentro de la taza, basta con calentarlo de nuevo, pero ya no sabe igual. Se ha marchitado.

Llueve con desgana, pero los labios se me secan. Este aire todavía no me tolera. Tengo un cariño especial a las gotas finas que te calan hasta el tuétano, se cuelan por las costuras de los abrigos, traspasan el caucho del calzado y mantienen los dedos de los pies, indecisos, en constante comunicación con el cerebro. Frío-calor-humedad. Parece que van conmigo a todas partes. Es un alivio.

Resulta sórdida la belleza de los castillos. Belleza germinada a base de la progresiva muerte de su utilidad. Tiene que ser soberanamente frustrante pasar de ser amo y señor de una vasta porción de tierra, residencia de nobles y cobijo de arqueros y tiradores a albergar visitas guiadas y miradas vacías de turistas con resaca de sol y playa. Y su venganza es cruel. Cuando un visitante se acerca a ellos con interés y se deja abrumar por su imponente porte, se yergue poderoso y hermoso. Pero sólo hasta cierta distancia. A medida que el forastero se adentra entre las viviendas que suelen crecer a su alrededor como malas hierbas a la sombra de un roble, el castillo multiplica su dimensión hasta que, una vez junto a sus poderosos muros, es imposible contemplar belleza alguna. Sólo se puede sentir. Sólo pretender. Sólo apoyarse en la piedra, y sentirse castillo. O elegir el idioma de la visita.





En el tocadiscos:
John Butler Trio  -  Ocean

jueves, 17 de marzo de 2011

Excusas.

Puedo decirte muchísimas cosas:
que en mi puerta hay mirlos amotinados,
que el invierno hace guardia en los tejados,
que temo a las espinas y a las rosas...


Puedo excusarme sin ningún pudor:
que he visto otros ojos más agradables,
que enviudaste de amores comparables,
que ya se ha avinagrado tu sabor...


Y que mi reloj ya no tiene pila,
y que es maravillosa esta ciudad,
y que lo romántico no se estila,


y que no soy más que un calamidad...
También que puedes esperar tranquila;
pero eso ya sabes que no es verdad.






En el tocadiscos:

Otra forma de pensar

miércoles, 16 de marzo de 2011

No-diario.

Cada noche desenfunda la estilográfica Mont Blanc que alguien a quien no debe nada, ni quiere siquiera recordar, le regaló sin motivo alguno hace ya muchos años. Se encorva metiendo bien el cogote bajo la bombilla azul que da utilidad al flexo, hasta que su nuca acusa el calor. Traza despacio caracteres apesadumbrados, ya viejos, acaso cansados, inclinados hacia la izquierda de mala gana. Letras formando palabras que expresan cómo no quiere sentirse. Qué no quiere ser. Normalmente no llega a completar más de tres cuartos de la blanca lámina de celulosa. Escribe siempre la fecha al final de la página, dando forma así a un diario invertido, y archiva cada hoja en un horrible A-Z de tapas jaspeadas. Antes de depositarlo en la estantería, acaricia los bordes de todas las hojas ya amontonadas con las yemas de los dedos desafiando su filo con valentía.

Cuando se mete entre las sábanas tiene que recurrir al mar, a susurros de brisa tibia, a hojas triscando en otoño o a montañas nevadas. La oscuridad es demasiado intensa y el intento de encerrar demonios almacenándolos en el archivador jaspeado es vano. Sin embargo, mañana volverá a desenfundar la estilográfica Mont Blanc. Otra vez bajo la bombilla azul. Otra vez en busca de un corte reconfortante. Otra vez antes de tratar de dormir.





En el tocadiscos:

martes, 15 de marzo de 2011

Haz y envés.

Yo del revés
más bien no, pero igual;
y qué más da.





En el tocadiscos:     Murmullo de arañas tejiendo.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Espinela del calor y la tela.

Igual que cualquier retazo
la seda cedió al asedio
y crepitó sin remedio
entre la llama y su abrazo.
Se tiznó cada pedazo
de aquella prenda de lujo
sucumbiendo ante el embrujo
traicionero y sinuoso
que cálido y poderoso
a la muerte le condujo.




En el tocadiscos:

martes, 8 de marzo de 2011

La televisión. O no.

No veo la televisión. Leo el periódico lo justo. En la universidad regalan el ABC, una total ponzoña con sólo dos cosas buenas: las necrológicas, que son más que divertidas, y el detalle de estar grapado. Ojeo por encima El País y El Mundo en su versión digital. Visito Menéame una vez al día, con la esperanza de que el filtro sea bueno en lo relativo a noticias "serias" y de encontrar un par de cosillas graciosas. Y ya está.

Todo se ha ido un poco de madre, para mi gusto. La TDT creo que ha sido el golpe de gracia. La ampliación del vertedero, por así decirlo. Así que como tantos de mi generación, me bajo expresamente lo que me interesa, lo degusto con voracidad, y a otra cosa. A veces me planteo si me estaré perdiendo cosas interesantes. Si me estaré convirtiendo en un desinformado. En un inculto. Pero sospecho que no. Las gotas de abono que de vez en cuando me salpican, me huelen a lo contrario.

Y en esta línea, ando enredado con una serie animada de hace más de 10 años. Ambientada en el futuro -todavía-, narra las aventuras de 5 personajes con caracteres muy diferenciados. Pero no sólo eso, también critica de forma netamente ácida a la raza humana. Además, Cowboy Bebop, está aderezada por una banda sonora realmente soberbia, con el hilo conductor del mejor jazz, acompañado, con muy buen gusto, de otros estilos.


Yo no les obligo a quitarse la vida. Ellos mismos ponen en práctica, por propia voluntad, aquello en lo que creen. ¿Por qué creen los hombres en Dios? Porque quieren creer. No resulta fácil vivir en este mundo irremediablemente corrompido. Sin embargo, siguen viviendo en él. Para ellos no existe nada cierto, ¿entiendes? No fue Dios quien creó a los hombres, sino nosotros quienes creamos a Dios. [...] ¿Sabéis cuál es la mejor y a la vez la peor invención creada por los hombres? La televisión; que a través de las noticias que difunde, manipula a las personas, haciéndoles perder el sentido de la realidad. Hoy en día la televisión se ha convertido en el opio del pueblo. La televisión ha creado seres humanos que se dejan engañar fácilmente por una pantomima como esta...




En el tocadiscos:
Cowboy Bebop OST - Autumn in Ganymede

lunes, 7 de marzo de 2011

Cuando gritan las flores.

Si ves que el frunce y el rojo
mis pupilas ensombrecen,
aconséjales que recen
esperando ojo por ojo.
En vergüenzas no ando cojo
ni en tropiezos, ni en dolores,
mas cuando gritan las flores
y su llanto puede oírse,
no queda sino batirse
defendiendo sus colores.


Los domingos por la tarde
se transforman en suspiros
de esos que marean giros,
cabriolas y algún alarde.
Si tengo aroma a cobarde
cuando vuelvas del mercado,
descuídate aquí a mi lado
mientras oreo mis penas
y deja que tus melenas
me fustiguen el costado.





En el tocadiscos:

jueves, 3 de marzo de 2011

Tableros vacíos.

El ajedrez es un mundo en sí mismo. Me gusta. No soy un gran jugador, pero me parece interesante y muy entretenido. Aunque no soy un estudioso de ese arte, a mi juicio es muy significativa la relación entre la forma de jugar al ajedrez y la personalidad del jugador.

Estuve hace poco reflexionando sobre el tema cuando estuve enseñando a jugar -mejor dicho, a mover las piezas- a mi sobrino. Al acabar mi torpe exposición, me dijo: "Ya lo he entendido, lo que tengo que hacer es comerme tu rey" a lo que tuve que responder: "Bueno... sí, es una forma de verlo... pero también tienes que cuidar de que no capturen el tuyo...".

Sí. Probablemente mi sobrino es más osado que yo. También es verdad que es más joven. El tiempo le hará ver que a veces hay que ser un poco cobarde y enrocarse en el momento adecuado para amarrar unas tablas.

Pero lo que quería contar hoy en este almacén de pelos de barba desprendidos de la papada, es una versión cuanto menos curiosa del ajedrez. Se trata del ajedrez a la ciega. El nombre es bastante explícito, y consiste en que el jugador no puede ver el tablero. Normalmente ni tan siquiera apunta las jugadas. Simplemente almacena en su mente la situación de la partida, canta sus movimientos y escucha el movimiento de su rival. En ocasiones, y con la llegada de los ordenadores, se juega en una computadora en cuya pantalla hay un tablero vacío. El jugador mueve las piezas con el ratón como su pudiera verlas.

Hay multitud de anécdotas al respecto, y leyendas, como la de François-André Danican Philidor, soberbio jugador que fue tan superior a sus coetáneos que tuvo que ingeniárselas para jugar con una desventaja que propiciara un mínimo de competitividad. Solía empezar con menos material que su rival y en ocasiones realizaba otros juegos o ejercicios de memoria durante las partidas. El extremo son las partidas simultáneas a la ciega, en las que el alarde de memoria, ingenio y pericia es ya sublime.

Jaque.




En el cinexín: