lunes, 25 de abril de 2011

El desvelo.



Me salpica el viento a tientas
quitando luz a este lunes
que se consume de celos.
Sucede el gris y el desvelo
pero me agarro a la nube
de pensar que el tiempo vuela.












En el tocadiscos:

martes, 19 de abril de 2011

(Des)armario.

Haciendo limpieza en el viejo armario encontré montones de cosas: una gorra a cuadros, camisas de once varas, un chaleco con las mangas bien cortas, mis botas de siete leguas, camisitas con canesú, pantalones que de arriba abajo todo son botones, bragas de oro, guantes de seda -y alguno blanco-, camisas que nunca me parto, gafas de culo de vaso, una maleta de piel y un biquini de rayas, mocasines saltarines, la bufanda blanca para el dolor de garganta, botas altas, cazadoras de cuero con chapas de Sex Pistols, su bolso de piel marron y sus zapatos de tacón y su vestido de domingo, estas Ray Ban que no te dejan ver las lágrimas, el mantón de Manila y el vestido chiné con los que nunca sé adónde vas, la esfera de un reloj que no tiene agujas y el zapato que alguna princesa perdió.





En el tocadiscos:
Marilyn Monroe - Manolo Tena

lunes, 18 de abril de 2011

Terapia.

No recuerdo bien el color del autobús, pero sí el enorme bigote del conductor. Le rodeaba la boca de modo antinatural, como si fuese parte de un disfraz. Las cejas también eran feas y negrísimas, y los ojos eran claros, cubiertos por dos párpados que parecían de plástico. Por la diminuta boca aparecían a intervalos regulares un puñado de dientes amarillos mordiendo el labio inferior. Le estuve observando un rato mientras hacía cola para entrar. Al repetir tanto ese gesto, se le quedaban restos blancos de saliva en las comisuras de los labios. Sería un tic o algo así. Era repugnante. Cuando compré el billete me habló sin pronunciar, emitiendo sonidos graves y machacados por el tabaco negro y el whisky. Tenía pinta de tener cincuenta y pico tacos, y de que cuando acababa su jornada se emborrachaba y se tiraba a alguna puta de mala manera.

Nunca me han gustado las putas. Me dan asco. Pero no soy quién para obligarlas a dedicarse a otra cosa. Quizá tampoco soy quién para decidir si alguien debe morir o no, pero con 22 años creía que sí. Además, siempre he odiado más los bigotes que las putas.

Sé lo que me vais a preguntar; vais a salirme con toda esa bazofia que viene en los manuales sobre si el paciente distingue entre el bien y el mal. Que si hay remordimiento o arrepentimiento y todas esas glipolleces. Me la suda. Me suda la polla que aquel tío no volviera a respirar. Su mujer me lo estaría agradeciendo todavía hoy si me conociera.

Y no, ni hablar de sadismo y esas chorradas. No disfruté. No me casqué una paja mientras el tío se desangraba. Ni le saqué los ojos ni le di por el culo ni ninguna de esas mierdas de degenerado. Le di matarile porque tenía que hacerlo. Y punto.

Ahora haced vuestro análisis.






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martes, 12 de abril de 2011

Cigarros y ceniza.

El día empezaba a dar sus últimas sacudidas cuando Claudia salió de su consentido cautiverio. Un velo de nostalgia imprimía a su rostro un aspecto más triste de lo habitual. La temperatura era agradable, la brisa suave le apartaba el pelo de la frente dejando indefensa la piel y haciéndole cosquillas en las sienes. Se puso las gafas de sol a pesar de que éste ya hacía tiempo que se había ocultado en el horizonte y encendió un cigarrillo. No había conseguido dejarlo. En realidad no quería dejarlo. Era lo único que la mantenía unida a lo que fue un tiempo mejor, a aquellas discusiones por el regusto a humo en sus labios y por el no te mates, que es de egoístas. Ahora sólo quedaban las largas caladas y las uñas hincándose en el filtro de los pitillos. Y la ceniza, que sin duda es lo peor del fuego.





En el tocadiscos:
Blue moon  -  Julie London

jueves, 7 de abril de 2011

Vengo del norte.




En Cantabria no hubo forma,
no la hubo en Bilbao tampoco,
ni en Asturias hubo modo
de encontrarme con tu sombra.
Creo que va ya siendo hora
de escuchar "Podría ser",
"Papá cuéntame otra vez",
y más, "Qué va a ser de mí".
Este sábado en Madrid
"Vine del Norte" diré.







En el tocadiscos:

miércoles, 6 de abril de 2011

Círculos.

Animal de costumbres, supongo. Es irónico que hace dieciséis horas estuviera apoyando la testa de mala manera en la palma de la mano para disimular una somnolencia incontrolable y ahora me abrace el insomnio con avidez. Y es irónico porque faltan siete horas escasas para que repita -no hay remedio- las sucesivas cabezadas frente a la pantalla.

Aborrezco madrugar. La luz me golpea, los ojos me arden aliñados con pimienta blanca, los coches me miran mal en la autovía y los deberes se inflan de tedio. Luego todo va pasando. El té de media mañana tiene nombre de arcángel. La horrible circunferencia se va tornando en elipse. Después llega la tarde y su sopor. Los minutos que se expanden inclementes. Y la salida a una libertad condicional a la que le salen ojeras en cada atardecer.

Al menos -hasta la feche- siempre acaba llegando la oscuridad a calmar ánimos. Pero sobre todo, en lo que a mí respecta, a darme alas para asomarme a los rincones que el día anega con su luz. Siempre me he encomendado a la tranquilidad de la noche para disfrazarme a placer. De loco, de encantandor de mujeres -todas ellas guapísimas-, de cantante, de esclavo, de estudiante, de escritor, de pintor, de fotógrafo, de camino, de mar, de zapato, de paraíso, de dios, de luna, de gato, de niño... No he encontrado mejor momento para tratar de encontrarme, cosa imposible, pero que entretiene horrores. Quiebro la elipse, y la enrosco en una espiral casi infinita pero sorprendente.

Y ahora quieren privarme todo eso y condenarme a vivir detrás de unas gafas de sol para cobijarme de los graznidos de la gente. Y cogen la espiral que he ido esculpiendo con cuidado, la tiran al suelo y anudan sus cabos conformando una monstruosa y deforme circunferencia.

Apuro las últimas palabras del lazo.





En el tocadiscos:

lunes, 4 de abril de 2011

Si mal no recuerdo.

Ha venido Abril a ofrecerme un extraño trueque. Será que ya no quedan locos en los manicomios ni despechados en los bares ni lunas dispuestas a escuchar. Será que ya no sonrío como antes. Que me olvidé en un portal.

Aceptaré, claro está. Veré cómo los días se van decantando, mansos, en un matraz sucio de hastío. Esperaré acurrucado en una arruga. En el pliegue de un trapo triste de limpio o manchado de acuarela o empapado en vino.

Y alguna noche, si mal no recuerdo, me soplarás sin prisa. Seré ceniza en la solapa y pestaña despistada y arena entre los dedos. Seré el frío en la almohada. La angustia y el consuelo.