viernes, 31 de mayo de 2013

El circo.

Cayeron los gladiadores de lunes a viernes, mira
anémicos se esparcen por edificios públicos o
bajo los puentes que ellos mismos alzaron.
Muchos mojan sus labios en rojo vino
mas ya no para conversar
mas ya no para sonreír
sólo para calentar la conciencia y
apagar el temblor en la voz;
sólo para llamar a sus hijos
antes de la hora de dormir.

El circo romano ya no divierte
la arena es menos que rancio polvo y
los rugidos no más que ecos de leones muertos.
El público se cansó de ver un pulgar que nunca
apuntaba al sol -sino todo lo contrario-
unas hojas de laurel sin tizne de sudor
cada día de ayuno antes del vendaval.

Sí, hubo un tiempo en que tuvimos
-no llegamos a ser, perdóname-
de un modo obtuso, beligerante, tuvimos
todo el trigo que cabía en dos puños cerrados
mientras la lucha avanzaba bajo el sol
un sol que se cansó sin más.




En el tocadiscos:
Massive Attack - Paradise Circus

miércoles, 29 de mayo de 2013

Al otro lado del río.

Dicen que las putas nunca besan, pero no es verdad.

La noche era tan clara que las sombras pesaban más que la luna, el aire de mayo tenía poco de amable y las calles yacían como troncos derrumbados entre la maleza. Me había tomado tres güisquis rebajados con agua después del último (las raciones de las aerolíneas son más que rácanas) y cada uno de mis pasos escondía algo de afortunado y algo de lamentable. Las ciudades siempre me han sido indiferentes; un ambiente artificial creado para otros, un entorno lleno de utilidad y nada más. Pero la noche -o quizá el alcohol- cambiaba eso. Los escasos viandantes parecían fuera de lugar, misteriosos e interesantes, bellos insectos buscando entre los edificios, sin saber el qué. Me pregunté si tendría yo su misma apariencia, aunque no me llegué a responder.

No había llegado al último tren, así que me quedaban cuatro horas hasta el primero de la mañana. Aunque llevaba The waves en la mochila, lo había terminado en el avión, por lo que no tenía nada que hacer. Echar una cabezada en la estación parecía lo más razonable pero algo me empujaba a caminar entre el silencio de los que duermen y el silencio de los que deambulan.

Dejé a un lado la catedral, un puente y crucé el río por el segundo. El murmullo del agua conversaba con el lastimoso crujir del acero y el viento se afilaba corriente abajo. Al llegar al otro lado me sequé las lágrimas y miré atrás. El río dividía la ciudad entre poder y deseo, apariencia y lucha, pan y migajas. Todo en la vida consiste en separar, me dije, aunque nos empeñemos en creer lo contrario. Volví la vista al suelo y seguí mi camino en busca algo, sin saber el qué.

Sin darme cuenta me puse a pensar en el futuro. Traté de acercarlo a la realidad, pero no lo pude apartar de su forma abstracta y ajena. El futuro no es parte de nosotros. Influye en nuestro comportamiento, pero no es sino el pasado, la experiencia trasladada hacia delante y envuelta en ilusiones. Recuerdos malinterpretados. Y mi experiencia me decía que no tenía nada que esperar, que era mejor mirar al suelo y seguir caminando. Y así lo hice.

Doblé algunas esquinas al azar. Los enormes bloques de pisos baratos ya no me dejaban ver la luna. No tenía ni idea de dónde estaba. Entonces creí distinguir unos bultos al final de la calle. Debía ser un bar y hacia él me dirigí.

El local estaba prácticamente vacío. Había más gente en la puerta que dentro -sinsentidos fruto de la ley anti tabaco-. De todos modos la luz en el interior era tenue y, aún sin humo, el aire parecía saturado de ceniza. El ambiente era tan turbio como el agua caliente tras recibir una bolsita de té. Me acodé en la barra y pedí un güisqui con agua. El camarero, un cincuentón robusto de cejas espesas y nariz redondísima infestada de cráteres, me dijo que sólo tenía bourbon. Su voz era grave y rota, como si hubiera interferencias en la transmisión. Se me ocurrió que su napia creaba una especie de oposición de fase con las ondas sonoras, pero decidí que eso no tenía ningún sentido. Le respondí que bourbon serviría.

Aparecida como de la nada se me acercó una muchacha y me susurró al oído que la sacara de allí. No tenía sentido. Acababa de llegar, el garito era agradable y tenía media noche que perder por delante; no la iba a sacar de ningún sitio. Pero me tienes que sacar de aquí, repitió, y añadió un por favor con una mirada rebosante de sinceridad. No me lo podía creer. No tenía sentido. No soy ningún experto en vida nocturna, pero aquella era la forma menos usual que se me ocurría de conseguir un cliente. ¿Dónde había quedado el me invitas a una copa y el pareces solo? Lo peor es que la estrategia resultaba efectiva. Le aclaré que no quería nada, que tenía que largarme en unas pocas horas. Ella se agarró a mi brazo con un cariño profesional mientras yo dejaba una generosa propina. Ya que todo aquello parecía sacado de una película, lo creí apropiado.

Salimos del bar y me invadió la sensación de estar en un cuadro de Nussbaum. La prostituta y el turista. Caminaba con elegancia, acomodando su paso al mío en una especie de baile mágico. Olía a vainilla y con tacones era tan alta como yo. No dijimos nada hasta habernos perdido tres manzanas más allá. Me dio las gracias al tiempo que se soltaba de mi lado, que debería seguir trabajando pero que estaba harta y cualquier cliente esa noche la iba a sacar de quicio y eso siempre acababa en problemas. No respondí. Seguimos adelante en paralelo por el centro de una carretera sin coches. La cabeza se me llenó de flashes, del amor imposible que es para siempre, de la huida a ritmo de blues, del sol irisando la piel por la mañana. Los labios contuvieron la avalancha, el no tienes por que volver ahí, el conmigo estarás bien, el eres la mujer más bella que he visto jamás.

Me odié con todo el cerebro. ¿Por qué demonios tenía que ser tan racional? Sabía perfectamente que todo era mentira, pero en aquel preciso instante no habría importado. Sabía que sólo eran emociones del momento y eso no me permitía propiciar el drama, disfrutar de él. Estaban todos los ingredientes de las películas de domingo por la tarde, las que acaban con ella levantándose despeinada y vestida sólo con mi camisa, contoneándose como una serpiente mortal. Odié a a Richard Gere con todo el cerebro.

Al cabo de un rato volvió a hablar. Sus palabras sonaron como la primera nevada del invierno pero antes de entender lo que me decía la interrumpí. Le dije que ya lo sabía todo, que lo acababa de ver. Que la había sacado de un mundo nauseabundo y habíamos escapado. Que habíamos sido felices mientras la pasión empapaba las tostadas de cada desayuno. Que todo había sido perfecto y que por eso no podíamos repetirlo.

Mi última palabra quedó pendida delante de mí, era una hoja temblando con la brisa. Nos paramos junto al puente aunque yo quería seguir el camino mirando al suelo, en busca de una despedida adecuada. Agarró las dos mangas de mi abrigo y poniéndose de puntillas me besó en la frente. Yo me quedo a este lado, dijo.




En el tocadiscos:
Nacho Vegas  -  Cuando te canses de mí

jueves, 23 de mayo de 2013

Eso y más.

Hablemos de cosas importantes
dijiste
de ciudades un momento antes del amanecer
de mirlos sin miedo a los espantapájaros
de espejos que se equivocan
y muestran la belleza antes que la verdad.
Hablemos de lo que nunca antes se ha hablado
me pediste
por ser imposible de explicar
o imposible de entender
por ser demasiado poco importante
para merecer atención.
No sé de qué quieres que hablemos
dudé
¿del corazón de las monedas sin valor?
¿de las veletas que aprenden a cantar?
¿de lo que piensan quienes ya lo dijeron todo?
Hablemos de eso y de más
añadiste
describamos el ritmo al respirar
inventemos el trabalenguas más fácil que pueda existir
imitemos a las bestias que no hablan.




En el tocadiscos:
Lennie Tristano  -  Requiem

martes, 21 de mayo de 2013

Letanía del pescador pretencioso.

Que pesque hoy un pez
y mañana dos.
Que las sirenas se apiaden de mí
en las noches de Venus brillante.

Que mis redes se ensanchen en la mar
como los brazos de un arcángel.
Que si los vientos tumban mi barca
en tierra aplaudan mi valor.

Que mi hijo respire salitre
hasta querer ser pescador.
Que juntos cada noche contemos los frutos
mojados por horas a la deriva.

Que haya para vivir y para vender
y quizá para tener una flota mía.
Que mi mujer mire los atardeceres
desde sus manos ya sin callos.

Que no entiendan mis barcos
de tormentas ni de faros.
Que arranquen de las profundidades
desde Poseidones hasta Nereidas.

Que vuelen por el puerto mis banderas
y retumbe mi nombre en la lonja.
Que mis pies ya no estén húmedos
ni mis brazos calcinados.

Que crezca mi familia y engorde mi bolsa
con el sudor y el ceño fruncido de otros.
Que recuerde apenas la herrumbre del ancla
manchando de rojo la playa.

Que llegue a tener tanto que no tenga nada
nada que hacer entre aurora y aurora.
Que me convenza de haber hecho tanto
como para merecer un retiro hermoso.

Que encuentre una barca pequeña
en la que sólo quepamos mi vida y yo.
Que se consuman mis días pescando
hoy un pez y mañana dos.




En el tocadiscos:
The Waterboys  -  Fisherman's Blues

domingo, 19 de mayo de 2013

El funcionamiento.

Se creen superiores pero aceptan el escalón con una amabilidad casi entrañable. En su discurso siempre aparecen palabras como formación, toma de decisiones, dirección y dificultad; sentencias llenas de rutina mezclada con ego. Hay tablas que solucionan todos los problemas y una nómina a final de mes que pone a remojo las durezas. El funcionamiento es de lo más sencillo: un tornillo y una tuerca. Se debe escoger bien el diámetro y el paso de rosca, pero a partir de ahí solo hay que dar vueltas.

En todas partes es igual. La disconformidad es una verruga la mar de molesta. Con la sumisión como doctrina y la periódica inyección de cierta dosis de comodidad y palmadas en la espalda todo es más fácil.

¿Merece realmente la pena plantearse las cosas? En ellos no hay ni un resquicio de frustración. Sólo ejecutan. Ejecutan como si hubieran encontrado en algún momento el instinto adecuado y hubieran dejado de lado el humanismo. No puede haber nada mejor para el sistema. Cuando se necesita una solución, ahí están para hallarla. Cuando se necesita un problema... no, nunca se necesita un problema y ellos no los dan.

La capacidad de aceptación de un estatus -sea o no justo- es un valor que la sociedad, tal y como la conocemos, agradece. El compromiso sin cuestión se traduce en facilidad para los de arriba y al final en una teórica felicidad global.

Al fin y al cabo, si las cosas están así por algo será, ¿no?




En el tocadiscos:
Nudozurdo  -  No me toquéis

viernes, 17 de mayo de 2013

M.

El trazo dibujó una eme
dudosamente firme, como el tallo de un cactus
y no pude sino entornar la cabeza
incrédulo.

Mulligan se perdía en La Sombra de tu Sonrisa
y Murakami pasaba la noche en vela
en el Hotel Delfín.
El vacío de las estanterías callaba y los astros
simplemente estaban presentes allá
en los confines del pasado.

Más penoso que la muerte
son las manos que no alcanzan
los tientos que se quedan en eso
las máscaras con nudo de doble lazo.
Más penoso que una muerte
es un remite tachado
a medio camino.




En el tocadiscos:
Gerry Mulligan  -  Moonlight in Vermont

jueves, 9 de mayo de 2013

Venid a buscarme.

Venid a buscarme en un sueño de niño
que sucede un instante
y no se repite,
pero venid a buscarme.
Os espero desde hace años
girando con las estaciones
apagándome con el sol
rodando todavía prado abajo
como aquel verano que lo fue casi todo.
El verdín en los pantalones no dura siempre
aunque lo dijera mamá;
el hastío lava las manchas con ahínco
y la realidad no está hecha
para los que ansían volar.

Sigo en el sitio de siempre
aunque en otra ciudad
otro aroma
otra verdad
aunque en otro idioma
sigo donde siempre:
donde la tarde suaviza su lomo
donde trece
diecisiete
veintinueve veces
no son suficientes
y la espera se evapora un poco
cada día de sur.

Venid a buscarme en la brisa húmeda
que te roza un instante
y no vuelve,
pero venid a buscarme.
Os espero desde hace años
para que me llevéis al mar
y me arrojéis con desprecio a su boca
recordándome que los veranos no son nada
ni los soles en llamas
ni los mareos de juventud;
obligándome a limpiar mi ropa.
Demostrándome que no sé volar.




En el tocadiscos:
Crystal Fighters  -  Xtatic Truth

sábado, 4 de mayo de 2013

Olvidé rimar.

De prestado y a cuatro horas del mar
pico letras mientras la lluvia arrecia
por los ahogados de amor en Venecia
por los jurados sin miedo a jurar.

Echadme en cara que olvidé rimar
nublado y cojo por la loa necia
decidme que alguien como yo desprecia
el sudor y el tiempo para encajar.

Pero no hay mentira en éste mi verso
ni verdad en lo que dicen aquellos
su "quizá sí" nunca fue mi "ojalá"

su universo nunca fue mi universo.
Es vuestro "no" el que eriza mis cabellos
y hallarme lo que me empuja hacia allá.




En el tocadiscos:
The Modern Jazz Quartet  -  Venice