jueves, 31 de enero de 2013

Me veo. Los veo.

Me veo en mi redonda y negra luna
en el hedor que me devuelve el viento
como un indiano que no hizo fortuna
como un Don Juan escaso de talento.

Como un diente sin risa que vestir
un fuelle desusado por la tos
un dolor en el cuerpo del faquir
un mirón en tu cena para dos.

Como lluvia sin calles que limpiar
el teclado mellado de tu piano
cualquier río que nunca llegó al mar.

Como planeta más allá de Urano
cansancio cansado de no cansar
cualquier imbécil que se sepa humano.

***
Los veo en su redonda y blanca luna
en el perfume que nos trae el viento
como ladrones haciendo fortuna
como estafadores de gran talento.

Como un cura con santos que vestir
un jarabe que camufla la tos
una cama de pinchos de faquir
un millón para ese; para aquél dos.

Como sangre que no saben limpiar
pasados pesados como un piano
cualquier yate amarrado junto al mar.

Como dioses se saben en Urano
dineros donados hasta cansar
a cualquier amigo: animal o humano.




En el tocadiscos:
Manu Chao  -  Mentira

domingo, 27 de enero de 2013

Andrea abre su bar.

Andrea es muy corpulenta, precedida siempre por sus enormes pechos y coronada por su pelo mitad oscuro mitad rubio platino que se recoge muy tirante en una larga cola de caballo. Después uno cae en su rostro con rasgos de algún modo delicados y en su feo caminar, entornando los pies hacia el interior. Podría suponerse patosa, pero no, Andrea es ágil al desplazarse y certera en los movimientos. El tatuaje de su espalda pone la rúbrica al aspecto de camarera profesional y rotunda

Cada día Andrea abre su bar a eso de las diez de la mañana; a veces a las dos del mediodía, pero de un modo u otro no tiene hora de cierre. Es un pequeño rock-café en el que se dan cita las gentes más pintorescas de este pueblo casi deshabitado. Taxistas alcohólicos, moteros expatriados, góticos que se han perdido, prostitutas jubiladas, etcétera. Bueno, y yo, inmigrante asustado, que suelo sentarme un poco al margen del jolgorio general.

El ambiente es alegre y distendido, las carcajadas suenan con estruendo y los abrazos se suceden y se hacen más frecuentes al acercarse la noche. Sobra decir que hay mucha cerveza. Los cubatas se sirven con dosificadores de esos en los que la botella se coloca boca abajo, dispensando un dedal escaso cada vez. Las dosis son cortas y Andrea lo sabe, por eso siempre añade uno o dos golpes extra.

Fuera el mercurio apenas marca cinco bajo cero, pero aquí el aire es cálido, incluso pastoso se podría decir. Está permitido fumar y, de hecho, es excepción el que no tiene una cajetilla de Marlboro y un encendedor posados junto a la cerveza. Los gestos de estas personas con el tabaco son naturales, nada que ver con las poses forzadas que acostumbro a ver. Parece que hubieran nacido con un pitillo entre los dedos.

De vez en cuando aparece un rockabilly genuino, con gomina y zapatillas Converse. Andrea recibe a todo el mundo con una deliciosa sonrisa, tan grande como cabe en su cara, pero a éste lo trata diferente, como si fuera un familiar o un oxidado amor platónico. De vez en cuando el rock duro da paso a Chuck Berry o a los Stray Cats o al mismísimo señor Presley. Cuando pasa eso, las prostitutas y los viejos moteros venidos a menos, y Andrea y el rockabilly de postín, se miran y mueven los hombros siguiendo el ritmo. Si están en vena se levantan y empiezan a bailar en la pista, como sacados de alguna novela de la generación beat pero con la narrativa ralentizada y la localización equivocada.

Hoy una cincuentona con demasiado maquillaje y mallas con estampado de leopardo se ha acodado en la barra a mi lado. Ha chocado su jarra de cerveza con la mía y ha empezado a hablar lenta y pesadamente. Descansando de cuando en cuando para pedirle un chupito de vodka a Andrea, me ha explicado la diferencia entre la cultura de los libros y la cultura de la vida. Pero eso ya es otra historia.




En el tocadiscos:
Jerry Lee Lewis  -  Me & Bobby McGee

lunes, 21 de enero de 2013

Soneto al mar.

Hoy te escribo desde la lejanía
yo, que tierra adentro tuve que huir
en busca de un quizá, de un todavía
de algún barquito con ganas de partir.

Bien guardada tengo tu espuma blanca
tus ecos plomizos de temporal
los destellos de oro que el sol te arranca
la humedad en mi piel, llena de sal.

Hoy te escribo para que no me olvides
aunque mis pies no se hundan en tu arena
ni tu rumor me calme como hacía.

Hoy te pido que en mi recuerdo anides
para que de viejo cuente con pena
que en tu horizonte hallé mi compañía.






En el tocadiscos:

jueves, 17 de enero de 2013

La conversación.

La conversación que se retuerce
es una conversación con vida,
risueña y, quizá, independiente.
Se deja sobar por cualquiera
aunque no todos sepamos sobarla.
Tiene algo de puta.
Sabe -o cree saber- del futuro
viniendo de guerras
de ahora y de hace tiempo
anclada en acuerdos
que no fueron pero que son
los que paren una conversación.
Aquí estamos la conversación y nosotros
con el humo y los vasos iluminando la estancia
cuando las cejas y las manos danzan.
A veces no hay silencio
y la conversación hispe los pelos
mientras nosotros...
nosotros nos dejamos llevar por su rabia.
Luego llega el suave después
con conversaciones desprendidas
del retorcerse de aquella
como retazos que la costurera deja caer al piso
con nosotros siendo menos nosotros
pero más todo(s) lo(s) demás.




En el tocadiscos (gracias a María Se Ríe):
Gil Scott-Heron - I'm new here

lunes, 14 de enero de 2013

Trueque.

Una alfombra que no vuela
me vendieron este enero
sin cuesta ni cenicero
ni ceniza que consuela.
Un vacío en la cazuela
me ha dejado este año viejo;
en su fondo, mi reflejo
me estrangula en el regaño
de no vender el rebaño
para salvar el pellejo.




En el tocadiscos:
Pat Martino  -  Lament

sábado, 12 de enero de 2013

Salas de espera.

Hola, soy yo otra vez. Perdón por la espera, pero la vida disfrazado no me ha permitido volver por aquí. Comprende mi tristeza. He abierto cajones con acceso restringido a personal no autorizado y me he manchado las manos. Ya sabes, nunca aprendo.

He estado viajando. Saboreando otra vez (en) el camino, encogiendo por momentos, buscando preguntas. Siempre hay estaciones dispuestas a contar historias. No todo son políticos de cortijo, expedientes de regulación de empleo y cinturones prietos. Los aviones conservan su asepsia de siempre. Los turistas todavía están perdidos. Los borrachos, con el mismo cartón de vino entre los pies y la misma cara de indiferencia, siguen dando que hacer a los guardias de seguridad. Estas cosas me tranquilizan mucho.

Supongo que te acuerdas de mi timidez como viajero. Suelo usar el inglés, idioma neutral por excelencia. Sencillo, útil y horrendo. Mentiría si dijera que no le saco partido. Las personas se muestran como son cuando creen que nadie las entiende. Cuando nadie les escucha. Es entonces cuando critican tu barba de terrorista, cuando dejan caer palabras obscenas junto al hombro de su acompañante, cuando se avergüenzan de su soledad. Y es también entonces cuando yo me siento parte de un mundo enorme que se desprende poco a poco del planeta. Y tengo que apoyar la cabeza en la ventana del tren y dejar que la vibración me despierte alguna conciencia.

En ruta no hay día ni noche, todo vale. Los libros se hacen intensos y los ojos miran más atentos, como si en ese sitio del que vienes flotase un gas que aletarga. Cuando estás ahí, perdido en algún lado, la aventura espera dentro de cada sombrero, tren o bazar chino. Puedes tajar el espacio entre inicio y final o demorarte en laberintos insospechados. Tú eliges. Tienes ahí los afiches, el tiempo, la duda. El miedo.

Viajar es importante, te lo he dicho muchas veces. Es importante porque, en el fondo, supone aprender a esperar.




En el tocadiscos:
Bersuit Vergarabat  -  Esperando el impacto

jueves, 10 de enero de 2013

Postales que se perdieron (IV): Rectificaciones.

29/12/2009

Se secó.
Rectifico: se dejó secar. Abrió sus brazos con las palmas de las manos apuntando a la Luna y cerró los ojos. Puso su mente en blanco, una pared de gotelé lo suficientemente sucia para creerse gris. Inspiró. Espiró. Volvió a inspirar, y contuvo la respiración hasta que el corazón llamó a las puertas de su pecho.

Se fue.
Rectifico: Ta dejé marchar.




En el tocadiscos:
Yann Tiersen  -  8 mm