Miras mis manos y me maltratas con tus meticulosas mentiras.
No necesito nada nuevo.
Serviría con saber que sondeas mis sentimientos y saboteas mi serenidad sólo para saciar tu sed de sangre.
Tus tiernos 'tequieros' taladran mi testa y triplican mi temor a terminar tarado.
Las verdades me vapulearían como viruta al viento y me vería como un vasto vómito vertido en una vereda.
Por eso prefiero perderme en un paraje de pueriles parabienes.
Cuando comiences a contar canas caerás en la cuenta de que careces de camaradas.
Dormirás con la desdicha de deambular duchada en dolor.
Y yo ya no lloraré.
En el tocadiscos:
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