Tiene mucho calor. Un punzante Sol le mete el dedo en el ojo. Duerme desnuda, como siempre, pero ha sido un error dejar la colcha gruesa. Se levanta y abre la ventana. Huele a mar. Se lava la cara y los dientes. Va a la cocina. Las dos copas de vino interrogan desde la encimera. Pone agua a calentar. Té rojo y té verde. Vuelve a la habitación, se acerca de nuevo a la cama y le susurra al oído un "buenos días". Dos ojos se abren. Incrédulos.
Le ha parecido oír una voz. La mañana es soleada. Se levanta de un salto y se estira como un gato. En la calle se oye a los niños jugar. Se asoma a ventana. El agua dibuja en el horizonte una línea a la que tres barcos tratan de robar la continuidad. Cierra los ojos un momento. Intenta pensar. Está confuso. Es Martes. O quizá Miércoles, qué más da. Se gira y observa el desorden de la habitación. Las paredes rezumando soledad. Un panorama casi hiriente. Un té no le hará mal. Con un poco de leche y azúcar moreno. Se siente débil. Puede que incluso se haga una tostada. Entra en el baño. Todavía con la cara goteando se dirige a la cocina.
Hay un beso. Casi involuntario. "Me tengo que ir". No encuentra la rebeca azul marino. La chaqueta gris es demasiado para el día de hoy, pero no puede irse sin nada. Mira por encima del hombro y sonríe. Coge las llaves y se va, no quiere volver a llegar tarde.
Un par de gotas le caen sobre los pies. Hoy debería limpiar el apartamento. O no. No hay visitas previstas. Mejor el fin de semana. Saca el paquete de pan de molde y pone una rebanada a tostar. Coge un cazo y cuando lo va a llenar de agua nota una punzada en el estómago. Junto al fregadero hay dos copas de vino.
En el tocadiscos: 'Faro de Lisboa' - Revólver & Enrique Búnbury
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