sábado, 7 de agosto de 2010

Ahora y anteayer.

Se acerca San Lorenzo, patrón de mi pueblo, y me abruman recuerdos de tiempos que me parecen lejanos. Lejanos y buenos. Vuelvo a cuando nos reuníamos para jugar a los bolos. La competición era dura. Sin contemplaciones. El silencio en la bolera era obligado, y sólo se oían los irrefrenables consejos de los viejos del pueblo habían aprendido a fuerza de años con la bola en la palma de la mano. Ganar suponía una copa. Si había dinero ese año, incluso un trofeo con forma de emboque; nada que ver con las tristes medallas de Caja Cantabria que le daban a todo el mundo. 

A principios de Agosto la pista de Las Presillas estaba todas las tardes a rebosar. A veces los mayores nos dejaban jugar con ellos al futbito. Construimos una mesa de pin-pon, conseguimos una red de tenis, y pusimos dinero entre todos para comprar un futbolín. Recuerdo que llego a haber hasta un torneo de ajedrez. 

Por supuesto, sólo podíamos jugar los chavales del pueblo. Era algo nuestro y sólo nuestro. El día de la fiesta, los ganadores subían al templete a la llamada de alguien de la comisión de fiestas a recoger el premio.

Hoy la bolera es un criadero de malas hierbas. Y los niños del pueblo juegan a los bolos en la puta videoconsola Wii. Las cosas han cambiado mucho, sin duda. La relación esfuerzo/recompensa se ha devaluado sobremanera. Está claro que los tiempos han cambiado, pero el esfuerzo que hace falta para conseguir los objetivos, sigue siendo grande. Por eso últimamente me alegro de que mis padres sigan segando y curando hierba como antaño, bajando dos o tres veces al día al prao a darle vuelta. A mano. Quiero pensar que a las vacas les gusta más esa hierba que la volteada con tractor. Por eso bajo con mis sobrinos a pescar, aunque sepa que ahora los peces están en la playa, o ahogados en lejía. Por eso el día 10 de Agosto iré a tomar un blanco y a escuchar el pito y el tambor. 

Y es que antes las barandillas eran de madera y soga, pero te podías agarrar a ellas, los pinaos estaban bien clavados. Hoy son de aluminio y tienen diseño ergonómico. Pero se tambalean.

Sólo espero que estos niños de hoy en día tengan buen equilibrio.


En el tocadiscos:  'La bolera' - Tanea

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