miércoles, 30 de marzo de 2011

Pedaladas.

Llegué rápido pero no tanto. Las prisas no son buenas. Hay que aprender de aquél que besaba despacio para que los amores le durasen más.

El caso es que saludé con un desmán que no estaba en el guión. La disculpa tuvo que ser exagerada, a la altura de la tropelía. Gracias a la primavera y su resol pude parapetarme tras una conversación trivial. Las voces se fueron templando. Sus pestañas seguían despeinándome con huracanes inclementes, pero los hombros denotaban musgo y nubes. No bebimos, pero nos embriagamos. La culpa fue toda de la tierra húmeda. Mi bicicleta ciega me pellizcó el tendón de aquiles, mi tendón de aquiles sordo abrió mis fosas nasales y mis fosas nasales mudas no supieron qué oler. Estornudé.

Cuando lo lógico era pagar un abrazo a escote caí en la cuenta de que no llevaba suelto. Hubiera sido una enorme falta de cortesía pedir que me invitase. Así que pedaleé huérfano de vuelta a casa.





En el tocadiscos:

No hay comentarios :

Publicar un comentario