miércoles, 16 de marzo de 2011

No-diario.

Cada noche desenfunda la estilográfica Mont Blanc que alguien a quien no debe nada, ni quiere siquiera recordar, le regaló sin motivo alguno hace ya muchos años. Se encorva metiendo bien el cogote bajo la bombilla azul que da utilidad al flexo, hasta que su nuca acusa el calor. Traza despacio caracteres apesadumbrados, ya viejos, acaso cansados, inclinados hacia la izquierda de mala gana. Letras formando palabras que expresan cómo no quiere sentirse. Qué no quiere ser. Normalmente no llega a completar más de tres cuartos de la blanca lámina de celulosa. Escribe siempre la fecha al final de la página, dando forma así a un diario invertido, y archiva cada hoja en un horrible A-Z de tapas jaspeadas. Antes de depositarlo en la estantería, acaricia los bordes de todas las hojas ya amontonadas con las yemas de los dedos desafiando su filo con valentía.

Cuando se mete entre las sábanas tiene que recurrir al mar, a susurros de brisa tibia, a hojas triscando en otoño o a montañas nevadas. La oscuridad es demasiado intensa y el intento de encerrar demonios almacenándolos en el archivador jaspeado es vano. Sin embargo, mañana volverá a desenfundar la estilográfica Mont Blanc. Otra vez bajo la bombilla azul. Otra vez en busca de un corte reconfortante. Otra vez antes de tratar de dormir.





En el tocadiscos:

1 comentario :

  1. Lo que no somos ni queremos ser siempre es más importante que lo que somos o queremos ser.

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