Si ves que el frunce y el rojo
mis pupilas ensombrecen,
aconséjales que recen
esperando ojo por ojo.
En vergüenzas no ando cojo
ni en tropiezos, ni en dolores,
mas cuando gritan las flores
y su llanto puede oírse,
no queda sino batirse
defendiendo sus colores.
Los domingos por la tarde
se transforman en suspiros
de esos que marean giros,
cabriolas y algún alarde.
Si tengo aroma a cobarde
cuando vuelvas del mercado,
descuídate aquí a mi lado
mientras oreo mis penas
y deja que tus melenas
me fustiguen el costado.
En el tocadiscos:
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