Mientras el cielo se enjuga las lágrimas, el verano parece dejar de fingir.
Aquella presión leve pero constante va volviendo a mi pecho igual que tiempo atrás, cuando septiembre empezaba con mayúscula. Es entrañable recordar, porque sabemos que nada volverá a ser lo mismo. Y a pesar de todo, el miedo nos insulta. El mundo no gritará en mis oídos con la misma fuerza y todas aquellas buenas intenciones se desmadejarán en el tiempo como las olas lo hacen en los acantilados. Una y otra vez sin aprender; una y otra vez de forma diferente.
Ágil como sus dedos escondiendo un mechón tras la oreja, fugaz como los amores de bar e implacable como la maldad de los ignorantes. Así es como lo veo venir. Y lo temo.
En el tocadiscos:
Russian Red - The trees, the sun
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