Volvió sobre sus pasos varias veces. Sabía adónde tenía que ir, pero no por dónde. Hasta en tres ocasiones tropezó con la misma piedra. Repitió para sí esa frase tan manida. El hombre... el hombre... el hombre comete una y otra vez idénticos errores. ¿Pero era él un hombre? ¿Merecía tanto?
Paró, respiró hondo y se apartó del camino. Allí la presión era menor. De un caminante se espera, como mínimo, avanzar. Pero fuera era distinto. Adquiría dimensión de observador. De ente que mira ajeno a todo. Se sintió importante. Escrutó sus manos rápidamente hasta que encontró un callo que hurgar y se empleó a fondo en la tarea. De ese modo le era más fácil pensar.
Desde su nueva posición, la vereda estaba a su alcance, pero en un plano inferior. Notó una brizna de cansancio, así que decidió buscar un risco para sentarse. Cuando lo encontró se acomodó sobre él, en un lugar todavía un poco más elevado, y se sintió bien.
Ya nunca regresó al camino.
En el tocadiscos:
Nacho Vegas - La Fiesta
Es mucho más divertido correr montaña arriba, montaña abajo, sin sendas ni caminos. Un poco solitario, pero esa es la gran parte del encanto. ¿Algo para superarlo? Caminar de noche
ResponderEliminarAcepto. Igual da adónde se vaya, lo importante es el camino.
ResponderEliminarPero la intención del texto era otra.