miércoles, 11 de abril de 2012

El hombre medio.

Cierra el libro de mala gana. El sueño aprieta y las páginas amarillentas le han sorprendido ya en un par de renuncios. No quiere perderse ni una palabra del manojo de maravillas que aquel alemán escribió años atrás, así que se entrega al duermevela que le transportará pesadamente a otro mañana.

Masca pensamientos extraños, con un pie allí y otro acá. Imágenes, flashes, palabras, sensaciones cruzan ante sí sin aparente conexión.

Es un hombre medio, sin duda. A veces cree que tiene una misión. ¿Acaso no lo creen todos? Ser feliz, se repitió en la juventud una y otra vez. Tanto que terminó por olvidar el significado de la palabra. Por eso ahora le queda el ser. Y se plantea si no tendrá más sentido así. El hombre medio tiene tendencia a preguntarse cosas y a responderlas sin meditar demasiado. El descanso de conocer una verdad es reconfortante. De hecho poco importa la base en que se sostenga la veracidad de la solución; lo valioso es la condición de respuesta, de supresión de duda. Las dudas tienden a dotar al que las alberga de una creciente sensación de debilidad. A cambio, las respuestas superficiales le preñan de una quebradiza seguridad.

La ciencia en su concepción más empírica es un bálsamo para cualquier hombre medio. Dados unos datos y unas condiciones se llega a una solución. Incluso se comprueba experimentalmente la misma. Problema eliminado. Así llegó a lo que ahora es. Logros no despreciables, válidos, escribibles en papeles útiles y loables. Lo malo es tratar de aplicar esta metodología a campos más teóricos, más etéreos, menos límpidos al fin. Se nos afirma la existencia de 11 dimensiones y tratamos de imaginar. Con todas nuestras fuerzas dibujamos líneas perpendiculares al largo-ancho-alto de siempre. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo? ¿Cómo crear, si ya para imaginar la dimensión temporal necesitamos asociarlo al movimiento?

Se atribuye un alma a cada hombre medio. Un espíritu. Una creencia. Una vida. Un destino. También dos caras: el humano y el animal, Jekyll y Hyde, Dios y el Diablo, el día y la noche. ¿Es computable el número de vértices de una esfera?

Despierta inquieto. Todavía no es de día, pero la noche ya pasó.



En el tocadiscos:
Sigur Rós  -  Heysátan (Heima)

2 comentarios :

  1. Demasiadas preguntas sin respuesta que alejan de la media a su cabeza inquisidora e inquisitiva. ;)

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  2. yo cada vez creo menos en el hombre medio. Observo que está alelado y más cercano a la frágil seguridad que a la debilidad. Si fuera débil y consciente...

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