El tiempo plegado en un origami obtuso invita a fabricar mentiras. Se derrite la lencería de los ciegos entre destinos abolidos. Y los restos se venden en los febreros más fugaces, cuando no hay nadie para verme triunfar.
Las sonrisas sarcásticas de derrota nunca beben en los andenes, ni esconden urnas que rebosan mercurio por callejones. Cuando encuentran los truenos adecuados, se dejan adormecer sin venganza. Entonces poco importa la verdad, menos aún la tristeza, mares, ruinas, fe. Entonces poco me importa casi todo.
El fornicio matutino de los gladiadores empaña esas canciones de café sin azúcar. Luego viene el tabaco gris, absurdo, dulce también. Los mapas de arrugas tatuados en la colcha. Y lo macabro. El techo ingrávido me aleja de ellos.
Las sonrisas sarcásticas de derrota nunca beben en los andenes, ni esconden urnas que rebosan mercurio por callejones. Cuando encuentran los truenos adecuados, se dejan adormecer sin venganza. Entonces poco importa la verdad, menos aún la tristeza, mares, ruinas, fe. Entonces poco me importa casi todo.
El fornicio matutino de los gladiadores empaña esas canciones de café sin azúcar. Luego viene el tabaco gris, absurdo, dulce también. Los mapas de arrugas tatuados en la colcha. Y lo macabro. El techo ingrávido me aleja de ellos.
Cómo ha empezado el señor Kemp el año...
ResponderEliminarDe todos modos, el éxito verdadero es el invisible. Regodeate en él. Y qué más da, si son cosas de la edad.