No sé si alguna vez os ha pasado
ocurre, qué sé yo, cuando se miran
beben las luces brillantes, deliran
rompen el fue y el será. Dios cegado.
No sé si alguna vez os ha pasado
ocurre, qué sé yo, cuando caminan
disuelven las voces graves, fascinan
acompasan al mundo. Dios atado.
No sé si alguna vez os ha pasado
ocurre, qué sé yo, cuando el fin llega
ven incrédulos sus vacías manos
sienten la nada y el todo a su lado
luces, tiempo, voces, mundo que niega.
Dios muerto para sacros y profanos.
En el tocadiscos:
Hildur Guðnadóttir - Erupting Light
martes, 31 de enero de 2012
miércoles, 25 de enero de 2012
Sentados una noche (o una historia de ríos y hogueras).
Sentados, saboreando el barullo sordo de los que se divertían allá, medíamos el silencio acorralándolo entre frases cortas y certeras. No tenemos mucho que decirnos. Nos conocemos bien y sabemos que es suficiente con compartir la noche -que se ofrecía complaciente y cálida- sin enredarnos en conversaciones metafísicas. Comentar lo asombroso -por simple que parezca- de la incesante lluvia norteña en aquel enero que empezaba a retorcerse, puede ser un pasatiempo impagable en esta época de prepotencia ensayada.
En esas andábamos, cuando un muchacho de pequeña estatura, nariz huidiza y barba rala se separó del grupo de alborotadores. Tenía aspecto desaliñado, vestido con ropas de colores otoñales y resobadas en rodillas y codos. Caminaba en busca de un equilibrio esquivo, recitando una incomprensible retahíla de palabras.
Se acercó a nosotros, y tomó una silla. La colocó a un par de metros y se subió encima. Todo esto sin dejar de hablar, balbucear, recitar, o una mezcla de lo anterior.
... Oh, valientes ignorantes... oh, ilusos vividores, rufianes afortunados, disfrutad mientras podáis, disfrutad mientras podáis. Pronto tomaréis conciencia de lo volátil de vuestra felicidad, pronto, pero ahora saltad beodos de mentiras, empachados de planes y promesas. Sí, de promesas. Después el río seguirá su curso, bravo e implacable; arrastrará la ropa de los que se desnudaron antes de tiempo, lamerá cada palmo de tierra dejándola empozada y yerma y desembocará en mares gloriosos a la par que leviatánicos. Monstruosos, ya llegará. Ahora no lo sabéis, ahora no me creéis, pero vuestros ojos lo verán. Los míos ya no ven, ya no quieren ver, podridos de tanto mirar hogueras que arden, destellos macabros y crepitantes devorando paños y consuelos. Están por todas partes, oh, infelices. Las hogueras en que antes se chamuscaban herejes, se prenden ahora bajo inocentes engañados, inocentes que bailáis como si celebrarais vuestro fin. Sí, vuestro fin...
El orador saltó de su improvisado púlpito sin dejar de hablar. El discurso, como una oda clamada al cielo, era acompañado de exagerados aspavientos. La situación era extraña. El tono de letanía nos había envuelto y nos tenía presos de un éxtasis enfermizo.
Todavía ahora me dan escalofríos al pensar en aquel profeta salido de quién sabe qué manicomio.
En el tocadiscos:
Múm - The ballad of the broken string
martes, 17 de enero de 2012
No más allá.
En el hueco de su mano
bruma
cabe todo lo absurdo
que los tiques de metro
impregnan
llegando no más allá.
Guarda recuerdos de lugares
que no ha visitado
Praga, Bucarest, San Petersburgo
el París que nadie conoce
sin torres
sin enamorados.
Desde la horizontalidad
y el sudor sombrío
siendo un feto senil
se automutila
y es silencio letal
y entiende.
En el tocadiscos:
Edith Piaf - Sous le ciel de Paris
bruma
cabe todo lo absurdo
que los tiques de metro
impregnan
llegando no más allá.
Guarda recuerdos de lugares
que no ha visitado
Praga, Bucarest, San Petersburgo
el París que nadie conoce
sin torres
sin enamorados.
Desde la horizontalidad
y el sudor sombrío
siendo un feto senil
se automutila
y es silencio letal
y entiende.
En el tocadiscos:
Edith Piaf - Sous le ciel de Paris
viernes, 13 de enero de 2012
Casi igual.
Alguien en algún lugar está ahora mismo en una cama leyendo. Tiene los pensamientos guardados en un cajón y se deja llevar por el río del argumento. Mañana tendrá que madrugar, pero eso ahora poco importa, al menos hasta el final del capítulo que sus ojos se afanan en descoser. La luz, centrada en el libro, baña de soslayo la habitación, mientras dedos acarician las páginas de un modo cariñoso, casi sexual.
Alguien en algún lugar está ahora mismo en una cama durmiendo. Hace ya más de una hora que se abandonó al universo de los sueños, y ahora nadie sabe en qué pliegue se halla su mente enfrascada. Mañana tendrá que madrugar, pero eso ahora poco importa, quedan infinitas vueltas sobre el colchón en busca de un modo de no salir del onírico mundo al que cada noche regresa. Su gesto es de sufrimiento contenido, casi agónico.
Alguien en algún lugar está ahora mismo en una cama masturbándose. Su mano, precisa como un florete, dibuja en silencio formas imposibles. Mañana tendrá que madrugar, pero eso ahora poco importa, no hay forma de volver atrás cuando se ha entrado en barrena; girando, girando, girando. Por un instante toma conciencia de lo grotesco de la escena, pero pronto vuelve a la imagen que le impregnaba de levedad y se entrega a un placer hondo, casi atroz.
Alguien en algún lugar está ahora mismo en una cama escribiendo. Los dedos martillean el teclado tocando una sinfonía caótica, al tiempo que su cuello se entorna buscando un dolor antiguo. Mañana tendrá que madrugar, pero eso ahora poco importa, no puede traicionar a las palabras que le brindaron un quizás, ni condenar a la inexistencia un párrafo por puro desdén. Además el texto y las ideas se han imbricado como una baraja de cartas, de forma simétrica, casi ilógica.
En el tocadiscos:
PJ Harvey - The words that maketh murder
miércoles, 4 de enero de 2012
Tempestades.
Las alfombras que no vuelan
y aquél temor de los hombres
me niegan los nubarrones
que inventé con acuarelas.
¿Es la nieve que no llega
envuelta con sus reproches
la culpable de mis brotes
de arrogancia? Si así fuera,
le pido al cielo que llueva,
que inunde en lágrimas ocres
los despojos de mis dioses,
que arranque con mil galernas
los faros que hay en mi tierra
y que me preñe de adioses.
En el tocadiscos:
Dorian - La tormenta de arena
y aquél temor de los hombres
me niegan los nubarrones
que inventé con acuarelas.
¿Es la nieve que no llega
envuelta con sus reproches
la culpable de mis brotes
de arrogancia? Si así fuera,
le pido al cielo que llueva,
que inunde en lágrimas ocres
los despojos de mis dioses,
que arranque con mil galernas
los faros que hay en mi tierra
y que me preñe de adioses.
En el tocadiscos:
Dorian - La tormenta de arena
domingo, 1 de enero de 2012
Reventa.
El tiempo plegado en un origami obtuso invita a fabricar mentiras. Se derrite la lencería de los ciegos entre destinos abolidos. Y los restos se venden en los febreros más fugaces, cuando no hay nadie para verme triunfar.
Las sonrisas sarcásticas de derrota nunca beben en los andenes, ni esconden urnas que rebosan mercurio por callejones. Cuando encuentran los truenos adecuados, se dejan adormecer sin venganza. Entonces poco importa la verdad, menos aún la tristeza, mares, ruinas, fe. Entonces poco me importa casi todo.
El fornicio matutino de los gladiadores empaña esas canciones de café sin azúcar. Luego viene el tabaco gris, absurdo, dulce también. Los mapas de arrugas tatuados en la colcha. Y lo macabro. El techo ingrávido me aleja de ellos.
Las sonrisas sarcásticas de derrota nunca beben en los andenes, ni esconden urnas que rebosan mercurio por callejones. Cuando encuentran los truenos adecuados, se dejan adormecer sin venganza. Entonces poco importa la verdad, menos aún la tristeza, mares, ruinas, fe. Entonces poco me importa casi todo.
El fornicio matutino de los gladiadores empaña esas canciones de café sin azúcar. Luego viene el tabaco gris, absurdo, dulce también. Los mapas de arrugas tatuados en la colcha. Y lo macabro. El techo ingrávido me aleja de ellos.
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