miércoles, 21 de diciembre de 2011

De acuarela y pinceles.

Hoy he encontrado un maletín con mis bártulos de pintura. Estaba en un rincón, lleno de polvo, esperando sin prisa que alguien se acordara de él. Lo he limpiado con cuidado y lo he abierto. El interior estaba intacto. Ordenado, tal como yo era cuando pintaba. Por un lado los pinceles, la caja de acuarelas, un trapo y la paleta de plástico. Por otro el estuche de dibujo. Dentro seguían los carboncillos, el lápiz, el difumino, la goma de lengua de gato, el grafito, el lápiz compuesto y la lija para afilar. Todo cubierto de una pátina oscura de carbón.

El tacto suave de los pinceles de pelo de ardilla me ha hecho revivir buenos momentos. Había voces, historias de la semana y música de fondo. Bach, Grieg, Beethoven, cualquier clásico. Había un modelo -un bodegón la mayoría de las veces- en el centro de la sala, alumbrado por un flexo medio roto.

Un ojo guiñado y la mano firme sosteniendo el radio, como un tirador apuntando a la diana. Las manos manchadas. El olor a trementina, a aguarrás, a la madera de la carpintería que usábamos como estudio. He recordado el agua empapando el papel, arrugándolo. El pigmento tiñéndolo todo, unas veces de forma controlada, otras creando deliciosos caprichos o deliciosos estropicios.

Y las manos de Elvira. Las más delicadas que he visto jamás. Unas manos que se movían como nubes de mariposas, frágiles pero convencidas. El meñique apoyándose de forma imperceptible para ejecutar trazos casi de cirujano, certeros, confiados. Luego seguía un "ya puedes seguir tú".


Parece frustrante disponer de las herramientas pero no saber usarlas. Primero encajar, después dibujar, manchar el fondo, cuidar los blancos -la luz, una vez emborronada nunca vuelve-, e ir definiendo el conjunto. Al final sólo remarcar el claroscuro para dar profundidad y fuerza. Y firmar la obra. Algo como certificar el asesinato.

Me gustaría saber seguir ahora. Quisiera pintar alfombras voladoras o aviones de papel en los que subirme. Árboles desnudos que se se encorven sometidos por el viento que nadie puede dibujar. Mares en calma pariendo horizontes eternos. Quisiera encontrar los verdes, los azules y los ocres que coloreen el pasado que se olvidó. Y los rojos que tachen cada cicatriz con una pincelada implacable.





En el tocadiscos:
Chopin - Marcha Fúnebre

2 comentarios :

  1. Has de saber que nunca supe como eras capaz de pintar de esa imposible forma. La acuarela siempre fue algo demasiado esotérico.

    Te recomiendo que intentes pintar de nuevo. Empieza por algo sencillo. Dos dibujos después la práctica acaba volviendo.

    ResponderEliminar
  2. Es más fácil decirlo que hacerlo.

    ResponderEliminar