viernes, 10 de junio de 2011

Espinelas de lo que habita en mi espejo.



I
Vaya susto me he llevado
que después de abrir el ojo
con buenas ganas y arrojo
al espejo me he asomado...
Y el que estaba allí plantado
con la sonrisa forzada
y brillante la papada
no era el que escribe este verso
sino otro alguien más perverso
y de inquietante mirada.


II
¡Ay, qué miedo, madre mía
que aún no siendo mi cara
la que ante mí se mostrara,
conocida se me hacía!
Qué innecesaria osadía
ponerme a pensar quién era,
que a la intentona tercera
arribé a la conclusión
de que el paisano en cuestión
no era un mindundi cualquiera.


III
Estarás en este punto
como mínimo intrigado
por saber el resultado
de tan truculento asunto.
Resultó no ser difunto
ni fruto de la ilusión;
lo que da más impresión
es que el ente que encontré
cuando a mi baño pasé
¡sale en la televisión!


IV
Con esta estrofa termino
el drama de este relato
en que cuento sin recato
quién se cruzó en mi camino.
Que él mienta importa un comino,
mas no quiero que otro día
se itere la tropelía
y en vez de yo mismo y puro
esté ese del parche oscuro:
el de Intereconomía.





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