domingo, 10 de mayo de 2015

Otro poema sobre el sonido de la luz al atardecer.

Suenan cuerdas de veleros
y olas de agua dulce;
el aire es como piedra templada.

Tan solo he vuelto para asegurarme
de que poco cambia
la nieve sigue siendo agua
al final de los meses que empiezan por A
la hierba reverdece entre margaritas
y algunos insectos nacen
de tarde en tarde.

Suena este líquido tímido y paciente
sin rocas que desgarrar
esta balsa helada todavía
que recibe entre nubes ocres
aislados arroyos de luz.

Ángel dice adiós y yo
leo un triste adiós
porque todavía no he aprendido
cómo suena en mi boca.

Suena el ocaso a la orilla del lago.




En el tocadiscos:
Chet Baker & Caterina Valente  -  Everytime we say Goodbye

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