[...] él vuelve a extender la mano
para tocarle la cara;
y al hacerlo se sumerge en un golfo
de su propia oscuridad.
J. M. Coetzee
El muchacho lee un libro.para tocarle la cara;
y al hacerlo se sumerge en un golfo
de su propia oscuridad.
J. M. Coetzee
Las mujeres hablan en la puerta del mercado.
El tiempo de las naranjas.
Los días azules.
Habla Coetzee del cojo guiando a la ciega
del amor con las luces apagadas
de la conciencia que habita cuerpos rotos.
Volvemos del cielo de los santos y
para empezar hemos limpiado el polvo de los estantes.
Descansemos.
¿Dónde se ha escondido la nieve?
¿Quién disuelve la niebla cada mañana?
Abramos los ojos o tumbémonos entre las mareas.
Confío en los bordes de nuestras uñas.
Después del frío viene el martes.
Encontraremos las llaves aunque la noche se retrase.
Preguntemos más bobadas:
¿Se desplomaría el firmamento sin mecánica cuántica?
¿Cuándo olvidamos que sabemos nadar?
¿Qué mantiene vivos a los muertos de hambre?
Dormir, comer, dormir. Necesitamos.
Nece...
Dormir, comprar, dormir. Necesitamos.
Nece...
Dormir, dormir, morir. Sobramos.
No digas tonterías hijo
céntrate en lo importante.
Si tuviera que escoger entre el cojo y la ciega no dudaría.
Soy demasiado confiado.
La noche a veces tarda, pero siempre acaba por llegar.
En el tocadiscos:
Portishead - Strangers
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