La chica de las piernas bonitas tiene ojos de soñadora. Acabó la carrera hace un par de años pero todavía no sabe lo que quiere ser de mayor. Dejó a su segundo novio porque no se sentía atendida y desde entonces no ha conocido a nadie que le despierte la más mínima curiosidad. La chica de las piernas bonitas sabe que dentro de poco hará las maletas y marchará hacia el norte. Hacia el oeste quizá. Que algún día tendrá una vecina extrañamente amable de nombre Dorothy. Que la moqueta es a un tiempo acogedora y desagradable.
Un día de estos me cruzaré con la chica de las piernas bonitas y tendré que andar listo para que se convierta en la mujer de mi vida. Para enseñarle que junto al mar tiene que hacer frío y que un tren esconde más magia que diez atardeceres. Todo está ya planeado. Le haré la zancadilla. La salvaré del aburrimiento. Inventaremos nuestra historia leyendo fragmentos de Verne entresemana y de Kawabata los domingos.
La chica de las piernas bonitas duerme con los ojos a medio cerrar, dispuesta siempre a salir a la carrera. Otros detalles también delatan su predisposición a la huida, como el cepillo de dientes del bolso o los desterrados zapatos de tacón. Además, tiempo atrás dejó de luchar contra su melena, que es ya, y para siempre, camarada del viento. La chica de las piernas bonitas está cansada -ese es el problema- pero no tiene miedo -esa es su ventaja-.
Cuando conozca a la chica de las piernas bonitas y nos sentemos en cafeterías con buen jazz de fondo y nos contemos todos nuestros misterios yo tampoco tendré miedo. Rodaremos por las laderas y bailaremos bajo la lluvia. Me explicará lo fascinante de los insectos y se inventará canciones que hablen de muchachos rebeldes. A pesar de sus piernas y de su melena y de su valor; a pesar de su pacto con el viento y con la huida, será la chica más tímida de la ciudad.
La chica de las piernas bonitas siempre, siempre anticipa el futuro y un día, nadie sabe cuándo, descubrirá que yo no soy el hombre de su vida... pero estará preparada para salir corriendo.
Algún día, nadie sabe cuándo, con la esperanza ya caducada, escribiré la historia de cómo dejé escapar a la chica de las piernas bonitas (o de cómo supe que se me escaparía la mujer de mi vida).
En el tocadiscos:
Y cuando la chica de las piernas bonitas lea la historia de cómo dejaste escapar a la chica de las piernas bonitas (o de cómo supiste que se te escaparía la mujer de tu vida) volverá corriendo hasta tus brazos.
ResponderEliminarTodo lo cual, no sé por qué, me recuerda a "Tú la letra y yo la música".