lunes, 15 de julio de 2013

Tiempos muertos.

En un rincón de la nada nos besamos. Y el plural pocas veces es tan apropiado. Había cuatro o puede que cinco lenguas. Nunca he besado a un hombre. Nunca he besado sin saber a quién besaba. Había una áspera como una hoja de siete venas. Otra sabía a esas barras que se usan para hidratar los labios, un poco a químico, un poco a hierbabuena. El resto se movía demasiado rápido, en un baile de serpientes sin ninguna melodía cerca. Sólo un ambiente saturado de sudor y alcohol impregnaba la oscuridad. Todo era blando, húmedo, vivo. Tan vivo que me sobrevino una náusea.

Abro los ojos y Ginsberg aúlla todavía. Las mentes más brillantes de mi generación intentan algo en algún lugar. Las mejores mentes de mi generación... Algunas buscan su San Francisco, otras aspiran el licor de los tiempos muertos o buscan sus discursos en las chimeneas. La mayoría envía cartas a desconocidos y vuelve la vista atrás como si la persecución pudiera hacerse al revés. Cada una sobrevive en su locura, a pesar de que el Bop ya pasó de moda y los poetas han empezado a copiar metáforas.

Dejaré el bolígrafo. No sé por qué escribo esto.




En el tocadiscos:
Kenny Clarke  -  No Details

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