Me resguardo en la clemencia robótica
de los creyentes;
pienso a veces
que no es el peor pecado la ignorancia.
Buscamos el más próspero de los mundos conocidos
y lo habitamos con inquina, como fieras
con hambre de guerras mugrientas y
de lamentos.
Tengo recuerdos gratos de las iglesias
llenas de señoras confiadas
envueltas en piedras disolviéndose
en gárgolas y columnas
arcos enormes sosteniendo el cielo y
santos fosilizados.
Pienso a veces
que construimos la hermosura
en un intento por parir deidades.
Sin sabiduría, sin Dios,
sin la duda
¿Qué importancia tendría la ignorancia?
En el tocadiscos:
Los Planetas - San Juan de la Cruz
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