Una escena. Tercera persona.
Un bebé en una cuna con una especie de buzo azul pálido y la mantita -también azul- revuelta. Tiene la frente arrugada y se sacude a intervalos casi regulares. Hace un ruido constante, por momentos parece un ronroneo, que se agudiza al compás de las sacudidas. Un momento de quietud, parece que un ojo se abre, pero no. Un instante después toda la cara se distorsiona en un bostezo sobrehumano, como un cuadro impresionista. Ahora sí, la pierna izquierda se mueve con vitalidad y los párpados comienzan a despegarse.
Otra escena. Primera persona.
Hace calor, pero no demasiado, el ambiente tiene un tono ligeramente azulado. Está tumbado y alguien grita. Levanta la cabeza con esfuerzo. "¿Pero qué te has creído, gilipollas? ¡Mira cómo me has puesto el pelo de arena!" Dos muchachas que con seguridad no tienen veinte años están sentadas en sus toallas. La que insulta tiene la cabeza de un llamativo color oxigenado y dos enormes pechos de silicona. Se rasca la cabellera con energía mientras los esféricamente horrendos senos apenas pueden mantenerse dentro del bikini. "Mamón de mierda". La compañera es morena y nada en ella llama la atención. La rubia coge un puñado de arena y lo arroja con saña a cámara. Después lanza un escupitajo. Se ve una mano alargarse y coger un bate de béisbol que sin motivo aparente está a su alcance. La vista se eleva. El bate desaparece hacia atrás y sólo vuelve a verse al impactar brutalmente con la cabeza de la chica rubia.
Última escena. Primera persona.
Una sandía explota de forma espectacular en cámara súper-lenta. Todo el plano se llena de fragmentos rojos y verdes. El fondo es neutro y el silencio sepulcral, las gotitas escarlata se esparcen por todas partes. La nitidez es asombrosa, como en un anuncio de zumo. Cuando todo ha desaparecido comienza una melodía de piano.
Fundido a negro.
En el tocadiscos:
Oscar Peterson - Alice in Wonderland
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