Viene de las profundidades oscuras. Nació entre la esclavitud y la pobreza más paupérrima y germinó con el alma de los desterrados y el no-alma de los muertos. Por eso los corsés no sirvieron. Y de ahí que hable de verdad sin medias tintas.
Llegó la revolución y adquirió una personalidad diferente. Se reinventó en una forma de vida y una cultura, que implica más de lo que la mayoría de la gente tiene (o aspira a tener), a pesar de sus coches y sus chalés. Se transformó en frenesí y vida. En un rodar buscando algo. Y en que esa búsqueda tuviera sentido más allá de la existencia de lo buscado.
Continúa entre letras mayúsculas, fusiones y genios. En tiempos álgidos de lo cutre y lo soez, es un milagro.
Es el sonido metálico aparentemente caótico, entrecortado a veces, prolongado hasta la agonía otras. Un caos urdido minuciosamente como los hilos de un telar. Son los dedos volando, la respiración abrazando -acaso pariendo- cada nota y destellos amarillentos que se adivinan entre el humo. Y es el ritmo suave, demasiado agudo y sutil en ocasiones, que encaja los diálogos y hace que se enraícen en la puntera y el tacón de todo mortal.
En el tocadiscos:
George Lewis New Orleans Jazz Band - Mahogany Hall Stomp
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