Ha venido Abril a ofrecerme un extraño trueque. Será que ya no quedan locos en los manicomios ni despechados en los bares ni lunas dispuestas a escuchar. Será que ya no sonrío como antes. Que me olvidé en un portal.
Aceptaré, claro está. Veré cómo los días se van decantando, mansos, en un matraz sucio de hastío. Esperaré acurrucado en una arruga. En el pliegue de un trapo triste de limpio o manchado de acuarela o empapado en vino.
Y alguna noche, si mal no recuerdo, me soplarás sin prisa. Seré ceniza en la solapa y pestaña despistada y arena entre los dedos. Seré el frío en la almohada. La angustia y el consuelo.
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