martes, 2 de septiembre de 2014

Un día en la ciudad.

Suena el teléfono y Clara responde. Asiente repetidas veces y, antes de colgar, apunta un nombre en un libreta. Se enfunda su gabardina beis y sale a la calle. Ha parado de llover.

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Mario enciende el televisor. Al sentarse se da cuenta de que todavía tiene el revólver en el bolsillo.

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La puerta-espejo del consulado parece romperse cuando Pedro la abre para salir corriendo. Pisa un charco y se le empapan los grises pantalones de tweed. De nada le sirve maldecir; ya ha perdido el autobús.

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Tres pasajeros se suben en esta parada. Él se fija en la morena de piel clara: lleva un paraguas rojo, pero sus ojos parecen húmedos. Cuando diluvia como si fuera el fin del mundo, ser conductor no le parece a Carlos un trabajo tan desagradable.

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Aunque apenas ha empezado septiembre, hace bastante frío. El termómetro asegura que nueve grados. Sofía espera de pie, ignorando los mensajes de texto que vibran en el bolsillo de su anorak.

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Luis salta sobre el asiento con ese trueno o esa bomba. Su boca queda abierta. En diez años de vida todavía no había visto un río rojo desbordándose.




En el tocadiscos:
Jim Jackson  -  Kansas City Blues

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