viernes, 6 de diciembre de 2013

Caminar hasta el horizonte.

De muy niño pensaba que
si dispusiera de suficiente tiempo
caminaría hasta el horizonte:
que allí es donde se debían enterrar las ilusiones.
Más tarde -estaba seguro-
éstas germinarían coincidiendo con un crepúsculo
y volverían a mí a toda prisa
como manadas de hormigas
por la espalda del planeta
transformadas en ilusiones adultas.

¿Las ilusiones adultas siguen siendo ilusiones?

Si dispusiera de suficiente tiempo
caminaría hasta el horizonte
como un peregrino del abismo
porque ya casi estoy seguro de
que hay que desenterrar ilusiones allá donde estén.
Más tarde, quizás
yo seguiré siendo lo suficientemente niño
como para no entender de límites
o para transformarlas en felicidad.

¿Dónde se (des)entierran las ilusiones que (no) mueren?




En el tocadiscos:
Horace Silver  -  Sister Sadie

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