Sigue esperando, con el reloj parado, a que le den el Premio Nobel. Es uno de los últimos traicionados, uno de los últimos genios, uno de los últimos locos de verdad. Prende un cigarro tras otro, bebe una cocacola tras otra, agota los días en el manicomio, asqueado por el resto de enfermos sigue esperando. Masca un bocado invisible, acaso su propia lengua hinchada como una esponja vieja, y mira desde sus ojos hundidos como lo hacen los que fueron más allá de su propio hundimiento. Su nariz desproporcionada encima de su boca hundida por falta de dentadura. Su cerebro incomprensible almacena citas, poemas, palabras en lugar de religión. Estira los brazos hacia el techo y junta las manos tras la nuca en un gesto de suficiencia. Un ademán, nada más. Es igual que un caballo hermoso, altivo, que no tuvo rival pero cuyo jinete fue abatido. Montura y soldado cayeron; sólo uno sobrevivió. El corcel se levantó aventado, con los ojos fuera de las órbitas y galopó. Hoy ya no avanza hacia ningún sitio, es un caballo sin dueño, herido en lo más profundo del orgullo. Hoy sólo es un caballo que escribe a veces y sigue esperando a que le den el Premio Nobel.
En el tocadiscos:
Bunbury & Vegas - Puta Desagradecida
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