Que no me quiten nunca un buenos días
por muy viejo que esté el amanecer
ni mermen más mis sanas correrías
ni pase aún tu edad de merecer.
"Yo ya sé todo lo que hay que saber
de labios rojos y tascas vacías;
ya perdí los trenes que hay que perder...
ya no me brillan los ojos", decías.
Encajo en mi pecho tu ya no más
igual que los perros ladran si ver
a lunas nuevas u otras alimañas
y aunque cuando despierte no estarás
beberé por lo que no pudo ser
por tu boca, tu ombligo, tus pestañas.
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