jueves, 28 de marzo de 2013

Una historia.

Ésta es la historia de cuando llenaste la taza de té hasta rebosar y me hirvió el mundo en las manos. De cuando en el centro mismo de la noche el silencio fue insoportable. Ésta es, de alguna manera, la tentación de leer la primera y la última página del libro, sabiendo que están a un par de centímetros o a una historia de distancia. Éste no es el cuento que se escribe sabiendo el final. Aquí está el pasaje de los vientos amargos y el de las manchas de tinta. Esto no es más que un triste poema sin saltos de línea.




En el tocadiscos:
Grant Green  -  Work Song

domingo, 24 de marzo de 2013

Ventanas.

Escribo a más de ciento setenta
como los que no saben
adónde van y los desesperados y los que no tienen
nada que decir; pero el plano está fijo.
Terminé de picar la verdura después de limpiarla
justo antes de la hora en que tus pies
marcaron la hora de cenar.
Nuestra hija murió tarde
lástima de lágrimas en los túneles de lavado
y gente madrugando y trabajando y cenando
y follando y madrugando y trabajando.
Hay vacaciones.
La soledad de los vivos dentro de casa
trae la comida bien masticada
con tantas cosas que no sirven y te ahogó
como a los peces el aire
nos ahogó pero siempre queda este adiós
que nos devuelve el control del trauma
el martillo a la mano
el espejo a la transparencia que
nunca debió perder.
Haneke construyendo ventanas y nosotros
mirando al absurdo
con nuestra hija casi fría.





En el tocadiscos:

lunes, 18 de marzo de 2013

Los días felices.

Todo aquel que atraviesa el corredor del Miedo
llega fatalmente al Último Espejo [...]
Leopoldo María Panero.

Las calculadoras demacradas de los días felices
ya no ríen ceros en los cajones ni
los papeles algo amarillos tienen filo siquiera
ni asoman los aciertos entre los dedos, como gatos
con sed y raspas en la memoria.
De los días felices poco
o muy poco
respiraciones quietas por almas vendidas que cortan
el mundo a la altura de la nuez
y de veintiún gramos en veintiún gramos se derrumba el océano
bajo la luna
haciendo derretirse los papeles y dando a
las calculadoras alguna otra utilidad.
Yo hace ya mucho que no parpadeo
en el estrecho pasillo con un espejo al fondo, de locos
de idos antes de que las llamas preñasen el
techo y la noche llegase tan arriba en
el cielo. Nadie busca calculadoras en los cajones en un impulso
de contar estrellas; nadie une los puntos en papeles
viejos y algo amarillos
porque todo está muy alto / muy lejos / muy oscuro.




En el tocadiscos:
Avishai Cohen  -  Soof

viernes, 15 de marzo de 2013

Lo que pase más tarde.

He vuelto a pintar el agua con agua
con agua sedienta de celulosa
la mano sugiere; el tiempo depara
el azar dicta; la mente reposa.

El blanco queda blanco: es el testigo
el testigo vivo de aquel ritual
en que el pigmento olvida lo que ha sido
y cada trazo entiende su final.

Lo que pase más tarde poco importa
todo es terrible tras eyacular
todo es terrible, terrible y nada más.

Lo que pase más tarde poco importa
todo vale porque he vuelto a pintar
todo vale, ¿vale todo? (qué más da).




En el tocadiscos:
Coleman Hawkins  -  Disorder at the Border

martes, 12 de marzo de 2013

Postales que se perdieron (VI): Instantes.

10/01/2010

Estás ahí por estar. ¿No te das cuenta de que tienes que saborear esos instantes al máximo? Masticarlos con saña, hasta arrancarles el último mililitro de jugo. El más nimio poso de vida.

Seguro que a veces te paras a pensar. Pero embriagada por momentos aparentemente placenteros, no eres capaz de separar ni un solo grano de entre la paja. Y eso es muy triste.

Dentro de unos meses querrás volver atrás. Y ya no será posible. El río nunca discurre hacia arriba. Y el mar sólo desvuelve despojos, restos malolientes y embadurnados de sal. Apenas desperdicios después de haberse puesto las botas a costa de cualquier mal nadador.




En el tocadiscos:
Nina Simone  -  Black is the color of my true love's face

miércoles, 6 de marzo de 2013

Negro y blanco.

Corre descalza
apenas hay luz
es una gran mancha blanca agitándose
atraviesa el jardín
algo la frena
el vestido se ha enganchado en un rosal
está marrón en los bajos, como un árbol jóven (él)
bracea como un pájaro herido (ella)
empieza a caerse (él)
a ser arrancado
su cuerpo (el de ella)
emerge como un reptil mudando la piel
ya está casi completamente en el suelo (él)
lo pisa hasta salir entera (ella)
huellas marrones (de ella)
en el blanco (de él)
carne rosada y pelo negro
salta a la carretera y para en medio
desconcertada
gira sobre sí misma
von Trier no está tras la cámara
se sienta -blanco sobre negro- como una letra en negativo
nada más triste que el alquitrán y el encaje.

Tampoco el fin del mundo.





En el tocadiscos:

lunes, 4 de marzo de 2013

La enorme funda.

El sábado viajé media hora en tren con una chica interesante. A la misteriosa viuda de luto / que sudó conmigo un minuto / tres pisos en ascensor decía Joaquín. No llegué a hablar con ella. Tampoco hizo falta, hay cosas que saltan a la vista.

Con interesante no insinúo guapa. Ni inteligente. Simplemente fuera de lo común; quizás rara, quizás loca.

Leía una partitura mientras marcaba el ritmo con el pie. Con la mano libre acariciaba como sin querer una enorme funda negra que reposaba, junto a una mochila de montaña, a su lado. No había lugar a duda, escondía un trombón de varas. Se levantó sacudida por algún repentino impulso y cruzó el vagón dejando todos los bártulos donde estaban. Volvió a los cinco minutos, comiendo una manzana y bebiendo café. Extraña mezcla aunque, en aquel momento, no me pareció que desentonara en la escena.

Jamás vi a nadie comer una manzana así. Primero una mitad, a grandes mordiscos. Era como una carrera contra el hambre, alargando las zancadas hasta el horizonte. Luego fue royendo la pulpa hasta modelar una semiesfera casi perfecta. Empezó entonces por el otro lado, misma operación, mismo resultado, y terminó la manzana completa. Corazón, pepitas, nervios, rabo. Nada quedó. Acabó con el café de un trago a modo de rúbrica y guardó la partitura.

En ese instante me di cuenta de que le faltaba una falange de un dedo. Me reflejé mentalmente en ella: dedo medio, mano derecha. Todo encajaba. Hay casos, por supuesto, pero no es típico que una muchacha como aquella, tendiendo a delicada, rozando lo débil, tocase el trombón. Se me antojaba más propio el violín. La flauta travesera, llegado el caso, pero nunca el trombón.

En realidad, desde muy pequeña estudió trompeta. Su padre es un apasionado del jazz y, proyectando sus sueños en ella, la introdujo en el camino de los estándares, las frases y contrafrases, los solos eternos y las improvisaciones. Un día, jugando con su hermano a las cosas que se juega con los hermanos, se le cayó un objeto pesado encima del dedo. Aparte del susto, el dolor y todas esas cosas, tuvo que cambiar de instrumento.

Con el paso de la trompeta al trombón cambió también su personalidad. Son cosas que van unidas, supongo. Se cerró un poco al mundo. Más introvertida, reflexiva, más seria en todo caso. Pero también más observadora e intuitiva. Seguramente más cómoda consigo misma y con la suavidad con que las varas se deslizan dibujando un arcoiris tan ancho como sus brazos alcanzan.

Cuando llegó mi parada su pie todavía era un metrónomo. La casualidad quiso que se bajara tras de mí. Me giré y la perdí de vista entre la gente. Como no podía ser de otra forma, vive en un pueblo cualquiera en algún lugar entre Viena y Salzburgo. Tranquila como el instrumento que arrastra en una enorme funda negra.




En el tocadiscos:
Glenn Miller  -  Moonlight Serenade