Hace tiempo que no como. Me gusta esta sensación de debilidad, este agujero en mi estómago que marea ligeramente mi cabeza. El cuerpo me pesa, parece que me vaya a caer en un sueño larguísimo y que abajo no habrá suelo. Soy ligero y denso al mismo tiempo, todo discurre lento. Lento en mí; el mundo sigue a la velocidad de siempre.
En algún instante que pasó desapercibido me separé de la realidad. Estar solo es agradable. Poder desaparecer, ser nadie. Mas no se puede vivir mucho tiempo así, alejado el yo del objeto, pudiendo callar, desoír, no explicar. De momento es una apasionante libertad a la que me aferro.
Nunca he sido caracol con mucha casa. Me muevo sin carga. Hace años aprendí que no hay nada más valioso que no necesitar nada. De algún modo eso podría ser la felicidad y la muerte por ende. No hay nada más valioso que la muerte. Desnudo nací; desnudo me hallo. Ni pierdo ni gano. Todo lo que merece ser acumulado debe caber en los poco más de mil doscientos centímetros cúbicos de mi cerebro. El resto nada vale.
Yo modifico el objeto. La materia no deja de ser una metáfora de mi inutilidad para valerme por mí mismo. Para ser yo. Del mismo modo que la luz es un error de la nada y el pasado una broma de la imaginación.
No existe responsabilidad sin sueños. Durísima afirmación que me partió la cara.
En el tocadiscos:
Sierra Leone - Mt Eden Dubstep