Si la distancia es el olvido yo hace mucho que no te recuerdo
si los martes son días tristes
si los cuervos vuelan en círculos (todavía).
Está escrito en mi cuaderno que se templarán las aguas del lago
caminaremos por la orilla
mojaremos los pies, las manos, soplará el viento
no diremos nada y nada haremos
(porque no es fácil ser el eje de la especie humana
y significar la máxima expresión de la propia decadencia)
trascenderemos el regusto banal de los hombres
nos sabremos indestructibles.
Se habla de nosotros como sonidos en un disco de oro
viajando en busca de alguna estrella (cercana)
sólidos faltos de utilidad girando en el espacio
sin más razón de ser que la esperanza de llegar.
En la siguiente página se afirma que somos Dioses
no estamos (ya) junto al lago, ni en la tierra, ni en el universo siquiera
hay allá (probablemente) el eco de nuestra voz en un gramófono
o una estatua con la mirada fija en el horizonte
como el gesto del vencedor, sin miedos, sin prisas.
La distancia es el olvido y por eso queda este cuaderno
en el que todo es para siempre
y la verdad es menos importante que un verso
quedan estas hojas en las que estamos volando
mecidos por el mismo aire que peinó a la Provicencia
y latimos como ritmos antiguos (nuestros pechos sincopados)
que jamás estuvieron tan lejos y nunca sonaron tan fuerte.
En el tocadiscos:
Louis Armstrong - Melancholy Blues
jueves, 18 de junio de 2015
jueves, 11 de junio de 2015
Pájaros.
Serán las negras palabras las que nos salven
cuando el último viento de la primavera venga a llevarse nuestras almas
y una ancha lluvia nos tape despacio
como un velo gris y tibio
para convertirnos en árboles recelosos
de cada paloma; de cada cuervo.
O las negras letras desperdigadas por los aires
agitándose y tiñendo como acuarela las ansias de oro
-veneno metálico a veinte toneladas el metro-
en una romería por el martirio de La Usura.
O (déjame intentarlo por última vez) los puntos suspensivos
que contienen el pecado primigenio
y las convulsas almas y todas las estaciones y las aves
todas las aves que pasan
menos la urraca.
En el tocadiscos:
Gioacchino Rossini - La Gazza Ladra
cuando el último viento de la primavera venga a llevarse nuestras almas
y una ancha lluvia nos tape despacio
como un velo gris y tibio
para convertirnos en árboles recelosos
de cada paloma; de cada cuervo.
O las negras letras desperdigadas por los aires
agitándose y tiñendo como acuarela las ansias de oro
-veneno metálico a veinte toneladas el metro-
en una romería por el martirio de La Usura.
O (déjame intentarlo por última vez) los puntos suspensivos
que contienen el pecado primigenio
y las convulsas almas y todas las estaciones y las aves
todas las aves que pasan
menos la urraca.
En el tocadiscos:
Gioacchino Rossini - La Gazza Ladra
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