La maleta vacía debajo de la cama, postales por contestar y un posavasos traído de algún bar con cerveza y conversación. Ya hace frío afuera y tú corres de un lado a otro como cualquier metal en busca de imanes. Te despiertas, avanzas y duermes.
El silencio es pegajoso y adictivo. Sigues los pasos de quienquiera que parezca de fiar. Alzas la ceja. Cenas. Guardas tu mundo entre las dos próximas páginas del libro que compraste en el aeropuerto. El frigorífico cruje y algo hace crac dentro de ti.
Un hálito de mezquindad parece flotar en el aire y tú lo respiras con gesto tranquilo, de viejo fumador. Anotas en la agenda nombres de gente corriente, como una memoria externa, como un basurero en la puerta de casa. "Todo tiene una razón de ser" hace eco en algún pensamiento; "soberana gilipollez", te dices. Absolutamente todo es porquería. Más o menos ordenada, pero mierda al fin y al cabo. Eso te gusta. El fango, los detritus.
El caos es acogedor a su manera y tú sabes entenderla.
El caos es acogedor a su manera y tú sabes entenderla.
Te miras sin parpadear. Sales y caminas de aquí para allá sin buscar nada. Todos quieren algo y eso les hace impuros, pero sobre todo vulnerables. Tú vas y vienes atravesando la niebla que emborrona los días, destruyes cada sentimiento, fulminas las almas.
Estás quieto en mitad de la nada. Una leve brisa te hace parpadear y algo hace crac dentro de ti.
En el tocadiscos:
Blood, Sweat & Tears - And when I die
Y también:
Nacho Vegas - Cómo hacer crac
¿Cómo se recomponen este tipo de grietas? ¿Cómo se cosen las heridas genéticas? ¿Cómo seguir caminando mientras el crac revienta tus tímpanos?
ResponderEliminarSoberbia entrada.