Empezar con el verbo empezar es una redundancia más que lógica, dice después de un rato mirándose las manos. Alargamos la tarde de sol junto a hordas de gente sin nada que contar. Es una manera como cualquier otra de parecer normales.
A él le apasionan las novelas de Verne y yo nunca quise ser exploradora. La casualidad tienen raros descuidos. No para de hablar, es indispensable que el torrente de pensamientos vayan siendo escupidos sin medias tintas, asevera cuando le digo que estoy harta y que no le escucho, no hay mejor manera de olvidar nuestra pueril existencia. Y seguramente tiene razón. El caso es que yo quiero escalofríos y sudor de entretiempo y él sólo me ofrece circunloquios.
Divaga sobre amor y política, valores y arte, destinos miedos furia hambre. Y el misterio es lo que, sin duda, nos mueve, o, mejor dicho, lo que nos mantiene vivos, sus ojos están clavados en mis piernas como si leyera en ellas, si no es el misterio, querida, creo que nada nos mantendría a ti ahí y a m
Cuando las palabras sobran sólo nos queda el misterio de las miradas, cárceles del alma.
ResponderEliminarMe parece cojonudo pequeño Marcos. De lo mejor que te he leido. Te quiere el siempre tuyo: Angel. ; ).
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